miércoles, 3 de junio de 2020 in

El viejo olor



 

El viejo olor

Comenta mi amigo, el del pueblo, que después de muchísimos años, iba por la calle y, en su paseo, ha vuelto a oler a puchero, a arroz con leche y a tomates fritos.

Hubo un tiempo, a la hora que refrescaba la tarde, recuerdo que paseaba por las calles de un pueblo cercano al mío, donde abundaban las moscas, y los olores domésticos me iban descubriendo qué se cocía en la cocina de las casas; si a café negro o a cebada tostada, si a leche que había subido al hervir o a la olla de la cena, con puchero o cocido. Los olores eran la identidad del aire familiar de los fogones o de aquellas primitivas “cocinas económicas”, como lo era sin duda el olor a pan de las fachadas de los hornos de panadería; como el olor a vino peleón al pasar por la puerta del bar del tío Lino o el del Angelito “el Artolas”, o a café, adornado con Terry, a la puerta del ambigú del “baile”. Olor a Farias. Olor a comida. Andabas por las estrechas calles del pueblo y decías “Qué bien huele el puchero…”, o “ahí se está pegando el cocido…” o, en esta casa comen hoy coliflor y, en la de más arriba, berza.

Lo rural, aun todavía hoy, tiene muchos olores, y es cierto que no todos son agradables, que por debajo de los ventanillos de salida a la calle emergía muchas veces la líquida crónica de un corral de vacas, de cerdos, de cabras, de gallinas y de…Hablo de los olores de la mañana, tarde y noche y en todas las estaciones del año. Y por el sentido olfativo sabíamos, al ir por la calle, qué iban a comer o cenar esa noche los vecinos . Poco a poco, los pueblos y sus calles han ido transformado sus olores. Los primeros que se perdieron fueron los malos y es, con perdón, una pena: ya no se permite, o sí, tener en las casas, en el corral: cabras, mulos, cerdos, vacas, gallinas o toda el Arca de Noé junta. Las calles, y es un placer olfativo, hoy mantienen los olores de cocina o de fogón o de placas de inducción, donde las mujeres fueron y están siendo, más que amas de casa, esclavas de cocina. Olores. Ya lo afirmó santa Teresa al dejar escrito que “Dios andaba entre pucheros”, y si no anda exactamente Dios, sí parte de sus milagros, que hay que ver lo que aquellas nuestras madres tenían que inventar para que cucharas y tenedores encontraran sentido en los platos diarios. Olores de la calle, escapado de las casas.

Hoy les cuento que he recobrado en la calle algo que tenía perdido desde que era niño: el olor de las cocinas. Con el confinamiento, con bares y restaurantes y otros establecimientos de comida clausurados, todo el mundo ha cocinado en casa. La calle, en estos meses, ha perdido los olores a fritanga de algunos bares, el olor de los boquerones en vinagre y del adobo, de las cocinas de los bares, de algunos puestos callejeros de churros y chocolate… Y la calle ha vuelto a oler a lo que olía antes, a lo que olía el pueblo: a las cocinas de los hogares. Yo hoy he olido a puchero, a arroz con leche, a tomate frito, a canela, a brazo de gitano, a leche frita, a un buen cocido, a unos callos con picante, a mar y a sal, al olor de esas chuletillas asadas y a sarmientos, a café de puchero, a hierba cortada, a arroz con costra y a paparajotes. También a anís, a bodega, a tabaco viejo y... Bendito aire que cuenta lo que dicen las cocinas. Ojalá el aire, que huele a hogar, también pudiera librarse del veneno de la polución. Vale.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

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