jueves, 12 de marzo de 2020 in

Morir en primavera





Morir en primavera

Morir como el otoño,
para poder vivir
sin temor al invierno.


Amigo Félix, ya te llevó nuestra primavera,
no una primavera cualquiera,
la última vivida,
también saboreada.

Te fuiste con mil tonos y colores,
como tus campos,
como los míos,
como los nuestros:
matizados de flores,
con humedades verdes,
musgosas, suaves,
con murmullos de aguas,
corriendo por arroyos,
saltando piedras,
y ocupando silencios,
recorriendo ribazos,
y humedeciendo juncos.

Te has ido mientras la gravaleña niebla,
densa y fría de amaneceres,
que otrora soportaste
arando aquellas tierras,
de pan llevar, se desliza
llorando entre las peñas.

Te vas desdibujando todo,
hasta esos días tibios
que pueden no volver,
y hasta ese otro otoño
que teja para ti
su dorado manto de hojas,
ambarinas y húmedas,
para que tú, ya descalzo,
pasees sobre ellas...
llevándote su esencia,
entre los pliegues
de toda esa tu vida
que deslizó silenciosa,
sobre otros otoños lejanos,
cuando sonriendo pensamos
que tal vez no hubiese nunca
un último otoño.

Y ya ves, ya lo sentiste,
no estás, te nos has ido,
mientras tus pies descalzos
sienten el frío de esos frutos
que mueren en tu cuna,
sepultura de luna,
nunca olvidada,
junto esas hojas
que hoy agitadas
y muertas a tus pies,
son ya apartadas,
también pisadas,
envueltas entre nieblas
y a jirones heladas
de un viento enloquecido
que las condujo al olvido.

Morir como el otoño,
para poder vivir
sin temor al invierno.

PRJ. - N.º 7, en Santiago de La Ribera, Región de Murcia. Cuando la primavera de 2020 es camino del silencio y del ser.


PD. Amigo, bien lo sabes, te llamé y hablé contigo en el día de tu pasado y ultimo cumpleaños y, al acabar nuestra penúltima conversación, luego hubo otra, ésta física y mirándonos a la cara, apoyándonos el uno en el otro o más bien tú en mí y junto a mi señora, fue el pasado 20 de diciembre en el “san Pedro”, junto a tus sobrinas. Y fue hace siete días la última vez que hablamos y al despedirnos nos dimos ese abrazo que me recomendaste fuese con cariño y ahí lo dejamos, o ahí te quedaste, quizás, los dos a una reflexionando en estas dos cosas que compartimos siendo niños y que ahora recuerdo en tu homenaje:
A.- Para ti y para mí, ¿lo recuerdas?, paseando hacia el balneario, camino de tu huerto, las luciérnagas eran bichitos de luz en esas noches claras de verano, componiendo, a ras del suelo, un espejo fidelísimo de inmediatez.
Si por suerte, ¿lo recuerdas?, atrapábamos alguna la escondíamos entre nuestras manazas, más bien en las tuyas, como un tesoro con que asombrar a los amigos, sorprendiéndonos lo feo y repelente del insecto. Sabíamos los dos, sin embargo, que en la palma nos rozaba una luz que encendía el esplendor la noche gravaleña.
B.- Nuestra infancia de niños, querido Félix, siempre, también hoy, olió a barrio, a las calles en torno al Cantón, con sus costanillas empedradas y las humildes casas de nuestros vecinos, a recados en la tienda de “la tía María”, la del rincón de la plaza, aquella tienda de ultramarinos, novedosa en desavíos, donde todo era como el arca de Noé. Olió también, al ambigú del tío Lucio, “El Choleja”, allí en el baile, donde nos vendían aceitunas gordas y pepinillos en vinagre; a la panadería de la tahona, la de la tía Claudia, allí junto a tu casa, donde se amasaba, cocía y se vendía ese pan como venido del paraíso; a las sillas puestas para la conseja en las puertas abiertas del verano; a los partidos de pelota en ese frontón descuajaringado y con la pared a la mano derecha en el que tú fuiste un experto jugador de pelota; al empedrado de nuestras calles, por las que apenas pasaba algún coche y en las que jugábamos todos contra todos sin preguntarnos el apellido; a las escaleras del Cantón y el banco del tío Baltasar, en el que crecimos juntos y junto a otros, sin otra multimedia que nuestras miradas; y esa escuela con olor a todo menos a rosas, con la tía Macaria, con Doña Eugenia y con Don Emiliano. ¡Ay la escuela!, en la que tú quedaste cuando yo marché a estudiar fuera, a Murcia, desde donde hoy te recuerdo y...
En tu huerto, ahora,
cantará el jilguero.

Luz de primavera,
en tu huerto.

Y yo aquí,
tan lejos.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

Leave a Reply

Con la tecnología de Blogger.

Seguidores