lunes, 1 de octubre de 2018 in

Autumnal






Autumnal
Los nenes de entonces nos echábamos al campo y recolectábamos frutos de los huertos, o buscábamos alegres la luz de los arroyos para buscar ranas y renacuajos, tritones jaspeados, peces, salamandras, culebras de agua y otras sabandijas”. (El viento derruido; Alejandro López Andrada)

Días atrás el viajero se marcó un plan de rutas para ir recorriéndolas mientras se pueda, ya saben, la climatología manda y al mismo tiempo ir llenando el mapa sensitivo de temporada.

Aquí estoy envuelto en la fase de los ocres, de las setas y de la vendimia que, desde finales de septiembre, se transforman en una auténtica metáfora del otoño, con su despliegue de marrones y amarillos hasta que el cielo se llene de aves migratorias y suene la berrea ofreciendo todo tipo de propósitos.

Aquí estoy para olfatear los olores otoñales de cualquier pueblo agrícola riojano hasta empamparme de sus fragancias al recoger esos “boletus edulis” en los grandiosos encinares de mi amada Rioja. Todo con un clima, aún cálido, que dota de espectacularidad cromática a la estación.

Hoy el viajero se ha levantado oliendo a mermeladas de dulce de melón, de membrillo, de mora y de tomate, hechos en casa; oliendo a nueces, envueltas en sus cocones, recién cogidas del árbol, a castañas asadas, bellotas, bayas y a todos aquellos frutos otoñales, delicias de alacenas, pucheros, cocina y cocineros.

Me he levantado oliendo a troncos de encina seca, quemada en los primeros fogones encendidos, saliendo por las chimeneas de los hogares y recordando el verano recién ido anunciando la estación de la melancolía.

Me he levantado oliendo cómo las primeras, suaves y frías lluvias, han comenzado a dejarnos a su paso el olor a tierras mojadas y su aroma sin par.  


Me he levantado oliendo a ropa limpia, fragante y dispuesta para guardar hasta el próximo verano y a hojas muertas caídas de los árboles; a calabazas, sin sus pepitas, esperando, preparadas para su Halloween o para comerlas juntamente al olor del arrope formando una perfumada fragancia en el calabazote.  

Me he levantado oliendo el perfume del aire, perfume suave y extraño acariciando el dulce aroma de esas pequeñas flores extravagantes, que florecen ahora, con sus notas de damascos.

Me he levantado oliendo a papel nuevo y a libros viejos que vuelven a ser leídos. Y he notado, al salir al jardín, las flores del crisantemo acentuando el ambiente con su peculiar esencia, echando en falta el olor de esas aguas salinas por las que se sumergen embriones de doradas y mújoles, medusas huevo frito y aguamalas, dragoncillos de arena, sargos, magres y a esos escasos, todavía, caballitos de mar de la bahía del Mar Menor.

Y me hubiera gustado -el sueño del atardecer me lo ha impedido- seguir oliendo a vendimia en el Duero y en La Rioja y…al perfume de los bosques asturianos, navarros o riojanos apreciando el paso de las grullas intentando mezclarse con esas sinfonías de ciervo en todo el esplendor de nuestras dehesas.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

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