Autumnal
“Los nenes de
entonces nos echábamos al campo y recolectábamos frutos de los huertos, o buscábamos
alegres la luz de los arroyos para buscar ranas y renacuajos, tritones
jaspeados, peces, salamandras, culebras de agua y otras sabandijas”. (El viento derruido; Alejandro López Andrada)
Días atrás
el viajero se marcó un plan de rutas para ir recorriéndolas mientras se pueda,
ya saben, la climatología manda y al mismo tiempo ir llenando el mapa sensitivo
de temporada.
Aquí estoy envuelto en la fase de
los ocres, de las setas y de la vendimia que, desde finales de septiembre, se
transforman en una auténtica metáfora del otoño, con su despliegue de marrones
y amarillos hasta que el cielo se llene de aves migratorias y suene la berrea
ofreciendo todo tipo de propósitos.
Aquí estoy para olfatear los olores
otoñales de cualquier pueblo agrícola riojano hasta empamparme de sus fragancias
al recoger esos “boletus edulis” en los grandiosos encinares de mi amada Rioja.
Todo con un clima, aún cálido, que dota de espectacularidad cromática a la
estación.
Hoy el
viajero se ha levantado oliendo a mermeladas de dulce de melón, de membrillo,
de mora y de tomate, hechos en casa; oliendo a nueces, envueltas en sus cocones,
recién cogidas del árbol, a castañas asadas, bellotas, bayas y a todos aquellos
frutos otoñales, delicias de alacenas, pucheros, cocina y cocineros.
Me he
levantado oliendo a troncos de encina seca, quemada en los primeros fogones
encendidos, saliendo por las chimeneas de los hogares y recordando el verano
recién ido anunciando la estación de la melancolía.
Me he
levantado oliendo cómo las primeras, suaves y frías lluvias, han comenzado a
dejarnos a su paso el olor a tierras mojadas y su aroma sin par.
Me he
levantado oliendo a ropa limpia, fragante y dispuesta para guardar hasta el
próximo verano y a hojas muertas caídas de los árboles; a calabazas, sin sus
pepitas, esperando, preparadas para su Halloween o para comerlas juntamente al
olor del arrope formando una perfumada fragancia en el calabazote.
Me he
levantado oliendo el perfume del aire, perfume suave y extraño acariciando el
dulce aroma de esas pequeñas flores extravagantes, que florecen ahora, con sus
notas de damascos.
Me he levantado oliendo a papel
nuevo y a libros viejos que vuelven a ser leídos. Y he notado, al salir al
jardín, las flores del crisantemo acentuando el ambiente con su peculiar esencia,
echando en falta el olor de esas aguas salinas por las que se sumergen
embriones de doradas y mújoles, medusas huevo frito y aguamalas, dragoncillos
de arena, sargos, magres y a esos escasos, todavía, caballitos de mar de la
bahía del Mar Menor.
Y me hubiera
gustado -el sueño del atardecer me lo ha impedido- seguir oliendo a vendimia en
el Duero y en La Rioja y…al perfume de los bosques asturianos, navarros o riojanos
apreciando el paso de las grullas intentando mezclarse con esas sinfonías de
ciervo en todo el esplendor de nuestras dehesas.
Texto y fotografías La Medusa
Paca. Copyright ©
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