viernes, 11 de mayo de 2018 in

Haikus de una primavera humedecida





Fue un deseo, y así lo dejó escrito Miguel de Unamuno: “¡Ay, si los españoles estuviéramos a la altura de nuestro paisaje!” Y pronto y bien mandado me puse a contemplar los paisajes de mi España en mi último recorrido por tierras riojanas, castellanomanchegas y andaluzas y vi que todo era un teñido de colores primaverales, del azul violáceo de la lavanda al rojo de las amapolas y al blanco del espino albar y de los jarales, pero sobre todo del amarillo en toda su gama y reflejado en los resplandecientes campos de colza o de margaritas al solar de las flores de la retama. Y ante toda esa obra artística soñé que nadie, absolutamente nadie, podría interrumpir el color y el deseo de escribir estos haikus de una primavera humedecida. Vale. 


Haikus de una primavera humedecida

Encinar verde
en campos solitarios
 de frías lunas.

Hoy la maleza
son flores de ciruelo.
Tarde en el huerto.

Viento del alba.
Se ensortija el agua
junto a la sal.

Bajo bóveda
dormita la nobleza:
sol y jazmines.

Sombras boscosas
seducen lagartijas
coqueteando.

Tierras mojadas
por lluvias frescas
primaverales.

Buenas nuevas,
malas noticias,
los pétalos descienden.

Fragantemente
se adhiere al naranjo
la flor de azahar.

En las orillas
se oye apilar la sal,
lluvia en la noche.


Se asomó a la mar
y el ventarrón no tuvo
donde mudarse.

El vaho del río
empaña las ventanas:
el sol tirita.


¡Cuánto sudor
en tierra abandonada!
¡Cuánto dolor
en tierra ensangrentada!
¡Oh cuánto amor
en mesetaria estepa
y cuánto abandono evolucionado
de ortigas lleno
de amarillos ornados
y labriegos cansados!


Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

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