jueves, 12 de abril de 2018 in

¿De verdad es Primavera?




Stipa tenacissima
¿De verdad es Primavera?

Me pasa mi amigo Evencio García Lamiquiz un término con el que se ha topado en su enésima relectura de “Misericordia” de Benito Pérez Galdós y que es el de Atocha para la planta de la espartera (Stipa tenacissima) cuya hoja se llama esparto. Atochal, o atochar, es el campo plantado de esparteras en la ladera soleada de los montes, y también en los caminos que suelen conducirnos a calas, bahías, playas y ensenadas de la costas murcianas y almerienses y, también a santuarios, ermitas, oratorios o capillas y que, en tiempos, algunos fueron oscurecidos por algún rayo que llegó hasta incendiar el atochar según determinadas leyendas que se tejen como conversación de las pleiteras: mujeres que trenzaban la pleita, la tira de esparto. Hoy reconozco que la tierra es más fértil que en otros tiempos bajo la atocha, al evitar la erosión del suelo, y estos días están hermosamente florecidas con sus espigas llamadas atochines que servían y aun sirven para barrer las chimeneas, igual que las retamas de escobas que, ya sin uso, florecen hoy de amarillo como mariposas limoneras, u oropéndolas escapadas de la jaula que son nuestras manos.

Y andando estos días por secanos espartales, éstos me han conducido hasta los recuerdos de los esparragales, de los huertos de ajos tiernos y de tiernísimas habas, resucitados en estas mañanas soleadas de estos días Pascuales pero heladoras de abril que convidan a salmodiar la vuelta de las golondrinas, vencejos, gorriones y el pasar de las torcaces. Es, también, tiempo de observar a los caracolillos pegados a la carena de ese barco semihundido en el Molino de La Calcetera. Es tiempo de inspeccionar la primera escalada hacia la belleza de los vecinos rosales, medio aturdidos ya por el pulgón. Son días de olfatear el azahar de los naranjos, limoneros y jazmines y quedarse congelado ante esas flores de cerezo desafiantes a la nieve antes del deshielo, en el deshielo y después de la descongelación. Debo proponerme observar cómo las semillas, después de pudrirse, tratan de germinar y el trigo intenta el primer verde oleaje. 

Sembrado en campo riojano

Y, también hoy 12 de abril de 2018 deseo que se cumplan toda esta letanía de peticiones: que en la madrugada tenga la necesidad de estirar una pierna hacia el lado fresco de la sábana para sentir deleite; que, al abrir los ojos, tenga la exigencia de descubrir que está el sol en la ventana y lo hace en mi honor derrochando agradecimiento; que la brisa primaveral de este cercano Mar Menor infle los visillos y llene mi habitación de un aroma de mar, mientras los jilgueros, gorriones, verderones y los mirlos corretean entre los geranios invitándome a cantar como lo hizo José Zorrilla en “De Murcia al Cielo”.
Aquí, en nuestra buena España,
donde se duerme la siesta,
donde se canta la caña,
donde el trabajo molesta
y es la vida una cucaña.

Y  ahora que estoy terminando es mi deber confesar que pienso y escribo mejor los días de lluvia, esos días desapacibles en los que me quedo en casa con unas lentejas al fuego y el agua tras las ventanas. Aprendí, así me lo enseñaron, a dejar lo escrito en barbecho como ese agricultor que piensa mientras observa la tierra encharcada y al ganado dejando huellas en el barro alargadas como sombras. Vale.
 Orquídea silvestre

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

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