miércoles, 22 de marzo de 2023 in

Azul de invierno

 

 

 


…Cavaban y cavaban y pasaba así
el día y pasaba la noche. No alababan a Dios
que, según les dijeron, quería todo esto,
que, según les dijeron, sabía todo esto…” (Paul Celan)

Azul de invierno

Hoy, comenzada ya la primavera, hace un día de verano en los últimos días del invierno que ayer se fue.

 El cielo, que ya estuvo muy azul de noche, con la luna sobre los almendros en las tierras altas tierras de esta Región murciana, brillando muy claro, se presenta ahora igual de azul, o más, con ese azul profundo que es el del cielo que parece no tener fondo ni final, azul del frío y de la calidez del sol invernal acabado, una tibia sensación inesperada y que ignoro si tendrá nombre en español, lo cual me encantaría porque el sol del invierno es el que más apreciamos de todos.

 Me parece un lujo ver las estancias de Garnacha llenas por la luz del sol, como en un último cuadro de Hopper, donde no hay nada más que el vacío y la luz.

 Aprendí también hace poco, porque, como decía Francisco Ayala, “todavía aprendo”; aprendí, escribía, que los rayos de luz se llaman “razas”, y en particular cuando entran por alguna grieta, hendidura, abertura o ranura, y el sol traza un rayo en línea recta.

Aquí, en la galería, orientada al este, hace hasta calor sin más calefacción que el sol entre los cristales, que es el mejor sol de todos, el que se queda dentro de la casa y que entra sin permiso y sin llamar, para luego irse, dejando su calor entre las cosas, sin llegar a marcharse del todo cuando ya se ha ido.

 Es una maravilla este sol que llega desde millones de kilómetros de distancia hasta el teclado sobre el que escribo, y que veo con mis manos sobre la pantalla del ordenador como si estuviera tocando un piano.

 Y desde aquí, la música es el silencio de este sol que está a punto de marcharse. Creo que no hay mayor fortuna que esta calidez de la escritura al sol tras el aguanieve diluviada de los últimos temporales.

 Hubo un momento en el que pareció que estaba sumergido, de lo bajas que eran las nubes, de lo frías, como si hubiera naufragado sin haber navegado, encontrándome de pronto, bajo el ventimperio de los vendavales, ese tiempo desapacible en el que se mezclan la lluvia y el viento. “En las tardes ensimismadas en lluvia y ventimperio”, escribió Rosalía de Castro entre la mar arbolada de unos mares que, de pronto, envuelve a todos en su bosque de olas.

 Pocas veces, he vivido algo parecido. Así que este sol, me parece hoy una verdadera bendición. Hoy todo es azul. Menos el blanco suelo del ayer. Y puede que también de mañana. Vale.

 

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.

 

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