jueves, 25 de enero de 2018 in

Amaneceres entre sal y cañas





Amaneceres entre sal y cañas   

Cuando ya no esté
dejadme ser, como la sal,
amigo del agua. (Mi haiku de hoy 25/01/2018)

El tenue sol invernal envía su primera luz, rosa clara y suave, rosicler, al entre-mares, a ese canal curandero de dolientes, y al fondo, al Carmolí volcán-altar, ara coeli, altar del cielo, en cuya cima las culturas pusieron, siglos más tarde, adalides de la angelería celestial, en lugar del quasi angélico y sanador dios Mercurio. Reparadora templanza. Sabor marinero. Salinas, saladar y pinares. Tonalidad rosácea y nivea en los estanques. Tonalidad cromática. Verdes de tonos rojizos. Arrebato de espectros.

Los romanos eligieron el hondo fondo entre valle y montaña, cenizas y escombreras, ramblas y caminos como ruta de primer orden que abrieron, dividieron y conformaron toda una revolución salinera en este paraje de insólito paisaje níveo al norte del Mar Menor. Transformación histórica, siglos de existencia, sol, agua de mar y tiempo: horas de tibias brisas cruzadas de la laguna y el Mediterráneo, que son del gusto también de garzas y flamencos. Lentitud, fábrica e industria que avanza al ritmo de un milímetro de sal a la semana en las charcas de cristalización, da idea del valor de la paciencia en este negocio ancestral. Sol y luna, esa luna, pálida luz de la noche y de los muertos que se difumina y se esfuma. Y que me conduce al amor de lo que sólo aquí descubro como más mío: que ser hombre es echar raíces de esperanza en largo olvido.

Mar Menor,
curandero de dolientes,
arrebato de espectros,
componedor de templanzas,
ara del cielo,
ara del sol,
ara de la mañana limpia
y del día diáfano.

Tras el canto de la alborada, al amanecer, al mañanear, siempre milagroso, oigo sonar esa flauta raveliana despertando al pastor émulo de Daphnis, que descubre a su amada Chloé, mientras el dios Pan preside la danza de la luz y del movimiento universal y me guía al disfrute del sabor marinero, pasear entre arenas; simplemente. Sortear cornicales, palmitos, orovales y chumberillos de lobo, escuchar el murmullo del viento entre esos ensorticados pinos. Palpar la libertad de los senderos y descubrir la hermosura del presente en ese caminar en la playa descalcito y por la arena, el sol, que nace allá lejos, donde cielo y mar se encuentran, viene, surcando las olas, y va besando mis huellas y va siguiendo mis pasos y el sol me dice que sí, que la esperanza no yerra, y que el que busca en el alba un sol en la noche encuentra; cuando camino despacio, descalcito y por la arena.

“Quién puede, al corazón que vibra y siente,
dar más que estos instantes peregrinos,
ya cargados de asombro, ya divinos,
puro éxtasis de amor firme y ardiente”.

¡Que no me digan a mí que el canto de la cigarra no es bueno para dormir! Vale.

 Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

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