El Paseo, mi paseo
El
Paseo, mi paseo
Comienza
diciembre y he vuelto a las ensoñaciones, a las ensoñaciones roussonianas de
paseante solitario por los caminos gravaleños del paisaje de Fonsorda. Heme aquí solo, sin hermano ni prójimo, sin más compañía
que yo mismo. Y es que pasear no es otra cosa que un viaje al interior. Pasear
es una ocupación solitaria en la que cada uno se mueve con sus propios
pensamientos y ensoñaciones. Es un quehacer que me aleja del mundo y me exige
tomar distancia de los problemas cotidianos. Cuando paseo no marco rumbo
determinado ni plan concreto, me dejo ir acompañado de ese mi espíritu flotante
sobre el paisaje cambiante.
Comienza diciembre
y tengo escrito que es el mes propicio para el paseo, ese paseo entre la
soledad y cubierto por la niebla, como si pidiera no me viesen porque pasear,
lo que se dice pasear, ya no se pasea. Hoy hacen footing, jogging, running, marcha,
excursionismo. Andan mucho pero no pasean. El personal, cuando sale a caminar,
sale a realizar una actividad deportiva, un ejercicio para mantener la forma
física. Yo paseo sin objetivo concreto, lo hago por el mero placer de mirar el
entorno, perder el tiempo sin hacer nada útil.
Comienza diciembre y deseo sentir el roce de los carrizos y el zumbido de una diminuta buscarla de color parduzco, con capa de insecto, tremendamente nervioso y que tiene por casa entre carrizales, juncales y eneales capaces de que sus erectos tallos le impidan volar.
Comienza diciembre y deseo sentarme en la silla de una tifa, tras el cañaveral, para escuchar esa melódica sinfonía que los calamones componen gruñendo y con chillos tras el cañar, el trompeteo de las fochas, el griterío de los calamones, el vocerío de las cigüeñuelas y el relinchar de los zampullines.
Comienza
diciembre y deseo ponerme a andar entre la espesura masa de carrizos de esa balsa recordada y estimada para
escoger uno que, entre el cuerpo y el parche,
de sonido a mi zambomba y todo sea ese paisaje sonoro del matraqueo de los
carriceros comunes y zorzales que sirva para dar entrada a estos villancicos
populares. Y es que comienza diciembre y mi paseo. Vale.
La zambomba pide
vino
y la caña
aguardiente
y el mozo que la
toca
mozas de quince a
veinte.
No queremos la
morcilla
Ni tampoco el
farinato
Que queremos lomo
fresco
Que es lo mejor
del gurriato.
Si el amor que
puse en ti
Hubiera puesto en
un guarro
Ahora comería yo
Buenos torreznos
de magro.
En el corral de
tu abuelo
hay un bicho
venenoso
deja preñás a las
mozas
Y hecha la culpa
a los mozos.
Paisaje
de Grávalos: Fonsorda
Texto La Medusa Paca y
fotos Jesús Mª Jiménez Pérez. Copyright ©
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