OTOÑO
OTOÑO
“Los largos sollozos
de los violines
del otoño
hieren mi corazón
con monótona
languidez”. (Paul Verlaine)
Aquí estamos los amigos, resguardados del viento arenoso y malvado de Lebeche que nos arrastra de acá para allá, igual que a las hojas muertas, de los tarayes de la orilla de las charcas saladas del camino.
Los amigos, alguno de ayer y los de hoy, reencontrados después de las vacaciones, nos hemos citado en la terraza de uno de los bares de la playa de Castillicos, aquí en La Ribera y en lo que fue “Kiosko Loli” y hoy convertido en Blue Trocadero, para recordar los pasados días felices, aquellas fiestas ociosas de La Rioja, los desayunos del café Delicias, junto a La Rosaleda y su ranita, y bajo la mirada protectora de Baldomero y su caballo, allí en su hermoso y refrescante paseo del Espolón. Estos recuerdos veraniegos nos han permitido jugar a la libertad desnuda bajo los primeros rayos de sol con las primeras luces de los días septembrinos. La vanidad del bronceado marmenorense nos está durando, y así será, hasta que éste tome ese color verdoso que será la señal de que el verano definitivamente ha quedado atrás.
Uno de los tertulianos anunció de nuevo, no se había ido, el verano. Habló septiembre y contestó agosto. Todos los concurrentes íbamos en el tren del año cuando por la megafonía alguien avisó de que cambiábamos de estación, pero nos asomamos por la ventanilla y comprobamos que no habíamos salido de la misma. Las anunciadas lluvias, como el otro, ni están ni las estamos esperando. Qué trabajito, nos comenta un lugareño arrimado a la tertulia, le cuesta al cielo poner las aguaderas…
Nos hubiera gustado que las lluvias llegaran puntuales, aunque escasas, a inaugurar la otoñada; que los campos en barbecho recuperaran el tempero para la siembra; que volviéramos a oler a tierra mojada. Esto no ha sucedido. Ya nada es como era. Las nubes han vuelto a ausentarse y han sido sustituidos por esas acuarelas de la aurora que son acompañadas por el silencio lento de la yunta de bueyes, machos, asnos o caballos arrastrando el arado romano. Todo ha cesado con la llegada del otoño sin lluvias y la algarabía se ha ido con la música a otra parte. Sólo se oyen ya “los largos sollozos de los violines de otoño” que soñó Paul Verlaine. Vale.
Texto y fotografías La Medusa. Copyright ©.
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