La nogala de un señor del Campo de San Juan
La nogala de un señor del Campo de San Juan
Hoy me he levantado, he vuelto al mar y hace calor. pensando en los dichos sobre el nogal y su sombra y he recordado estos tres: “Los nogales dan mala sombra”; “la sombra del nogal estropea los frutos del huerto” y “nunca conviene echarse a dormir a la sombra de un nogal, por algo será”. Y, después, ha querido reforzarlos con el poema de Gerardo Diego.
Y tras su lectura y, después de sofocado el calor con un baño, he vuelto a eso de los nogales y las nueces. ¡Oh, las nueces de mi infancia! ¡Oh aquellos rueznos, envoltura de la nuez, primero verde, y luego negra como la tinta en su madurez! Aquéllas que provenían de los escasos, pero grandiosos nogales, sobre todo de uno, todavía existe, hincado en el resalto de la cuneta de esa carretera, dirección Alfaro, que conocí sin asfaltar, allí en mi pueblo. Aquellas que se ponían en el fondo del arcón junto a los panes de la hornada que cada semana cocía la hornera y que hacían maridaje con aquellos higos secos tomados de aquella enorme higuera del huerto de la plaza, secados junto a las ciruelas claudia encima del cañizo y que llamábamos “turrón de pobre” haciendo honor al refrán: “Higos y nueces no se comen juntos todas las veces”.
Ayer por la tarde me senté en un banco del parque frente a Garnacha donde había un caballero procedente de las tierras de Moratalla que empezó a hablar conmigo contandome algo sobre unas nogueras, nocedas, nogales y nogalas...de esas tierras y pedanías de Moratalla. Todo el relato se perdió cmo el humo mientras me agarraba a las palabras nuevas, esa otra forma de nombrar a los nogales hasta entonces desconocida..."Una finca donde había unas nogueras..." Tuve la impresión de np haber perdido la tarde. Vale.
La sombra del nogal es peligrosa
La sombra del nogal es peligrosa
Tupido en el octubre como bóveda
como cúpula inmóvil
nos cobija e invita
a su caricia fresca
y van cayendo frutos uno a uno
torturados cerebros nueces nueces”.
Por
las noches
sombra de luna muerta de el nogal
y van suicidándose una a una
sus hojas quejumbrosas
y pies desconocidos invisibles
las huellan las quebrantan las sepultan
librándolas así
del torbellino eólico
que azota a lo mortal abandonado
sobre la haz funesta de la tierra
impenetrable
Pero
¿quién pasa quién posa?
¿De quién los pies piadosos redentores?
Texto y fotografías La Medusa. Copyright ©.