Flamencos en un paseo entre virtudes y Naturaleza

 “… unas aves que llaman flamencos, hermosas de ver y fáciles de cazar, si no fuera porque cuesta sacarlas del agua, pues están siempre dentro de una gran laguna de agua salada". (Don Juan Manuel, siglo XIV)

 Hoy en mi paseo, siete y media de la mañana, cuando todavía no apuntaba el alba, entre el Mar Menor y las charcas de lodos, he constatado que la naturaleza no posee puertas, en ella sólo hay umbrales, ruidos de zancudos flamencos zambulléndose entre el reflejo del primer molino y esa voz que los llamaba desde el fondo del mar. Observando una barca abandonada, contemplando las sombras de los espíritus, acabo de escuchar el viento y el silencio de la laguna, la simple caída de una hoja del taray meciéndose. Y he concluido que siempre somos naturaleza. Sólo somos naturaleza.

Durante el paseo, siempre junto a mi señora, nos han acompañado árboles y pájaros, molinos y montañas de sal, pasarelas sobre el lodo, bañistas de obsesionada enfermedad a punto de embadurnarse, mújoles y lubinas, pescadores de caña corta, encañizadas, tiempo y memoria, armonía y mansedumbre, silencio y soledad convocándose en esta  reflexión madrugadora de hoy cuando mirábamos entre las nubes y las plantas, entre la presencia y la ausencia, entre el cielo y ese agregado saltamontes transformando poéticamente la contemplación en expresión, lo indescifrable en orden, el silencio en palabra comunicada con la naturaleza y en homenaje a los maestros antiguos y modernos - Heráclito, Parménides, Platón, Virgilio, Rilke, Delibes - en los que la razón poética se ha fundido con la razón filosófica en la convicción de que la poesía es el arte del mundo y de la verdad y que todo cuanto sabemos se debe a la palabra, aunque, en mi caso sea torpe, tarda o ambas a la vez, pero, en cualquier caso, la palabra siempre es naturaleza. Vale.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.

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