sábado, 18 de diciembre de 2021 in

Cuando la Naturaleza manda

 

 



Cuando la Naturaleza manda

 “… noto sobre mis hombros el peso del cielo
huero, gris, yerto, amenazante”.
(Miren Agur Meabe Plaza)

Son días de vacunas, de lluvia, aguanieve y fríos. Son días de escarchas. Ya no estoy acostumbrado a estos días, y mira que antes me gustaban y hasta los disfrutaba. No hago más que decir ¡qué frío!, como si decir ¡qué frío! me hiciera entrar en calor. Estamos teniendo continuas lluvias, heladoras lluvias. Es un tiempo que no me deja salir de casa, pero, hace unos días, a media mañana, se abrió un claro, y las nubes níveas, cargadas de nevisca, se veían tan a lo lejos que no me dio miedo salir a dar al fin un paseo, aunque solo fuera de media hora.

Había nieve en Clavijo y más allá del monte Laturce, y en las vaguadas de las cunetas, se acumulaban las últimas hojas caídas de los castaños, entre las que se embalsaba, helada, la granizada del día anterior, también con forma de hoja, como si fuera una de ellas. Y recordé que entre las palabras de la Naturaleza que más me gustan, están estas dos de la nieve porque, aunque estén escritas en negrita, son blancas sobre la albura de la página:

Ampo.

La escribo y ya parece que la palabra vuela como una ventisca. O como una cellisca, que es la fuerte ventisca de agua fría, incluso sin nieve, cuando el cierzo helador hace volar el hielo de los páramos. El ampo es, por el contrario, la calma del blanco, el resplandor de la nieve, la extrema blancura de la nieve intacta en pleno día.

Chapina.

La chapina, sin embargo, es grisácea, porque es la nieve cuando empieza a derretirse, ya en un camino, ya alrededor de nuestras botas, y se va creando sobre nuestra huella una nieve que es más traslúcida que blanca, perdiendo su candor.

Chapina suena a nieve derretida, a chapoteo y a charco helado fundido, si se dice en voz alta.

Hay aves que llevan el nombre de la nieve entre sus alas.

En ocasiones porque alguna parte de su plumaje es blanca, y en otras porque anuncian las nevadas; pero, en realidad, ambas se confunden y suceden a la vez las dos cosas.

En algunas de nuestras regiones llaman aguanieve o aguanieves a la avefría, pero también recibe la misma denominación de aguanieve la lavandera, también blanca en una parte de su plumaje.

A las aguanieves, además, las veo llegar en bandadas con el frío, lo cual siempre abriga un poco el alma, mientras vamos esperando que llegue el invierno.

Pensé mientras paseaba que tengo que bajar al río alguna mañana de estas, pues por el camino hay charcos cuya parte más superficial se hiela y se ve por debajo, como si del cristal de un escaparate se tratara, el rosario de la puesta de huevos de la rana bermeja. Esto me lo contó un agricultor de Alberite hace años y desde entonces me encanta mirar los charcos cuya superficie se ha helado, buscando las puestas de las ranas que se abrigan con el hielo del frío. Feliz día y hasta mañana. Vale


Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

 

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