Cuando la Naturaleza manda
Cuando la Naturaleza manda
“… noto sobre
mis hombros el peso del cielo
huero, gris, yerto, amenazante”. (Miren Agur Meabe
Plaza)
Son días de vacunas, de lluvia, aguanieve y fríos. Son días de escarchas. Ya no estoy acostumbrado a estos días, y mira que antes me gustaban y hasta los disfrutaba. No hago más que decir ¡qué frío!, como si decir ¡qué frío! me hiciera entrar en calor. Estamos teniendo continuas lluvias, heladoras lluvias. Es un tiempo que no me deja salir de casa, pero, hace unos días, a media mañana, se abrió un claro, y las nubes níveas, cargadas de nevisca, se veían tan a lo lejos que no me dio miedo salir a dar al fin un paseo, aunque solo fuera de media hora.
Había
nieve en Clavijo y más allá del monte Laturce, y en las vaguadas de las
cunetas, se acumulaban las últimas hojas caídas de los castaños, entre las que
se embalsaba, helada, la granizada del día anterior, también con forma de hoja,
como si fuera una de ellas. Y recordé que entre las palabras de la Naturaleza
que más me gustan, están estas dos de la nieve porque, aunque estén escritas en
negrita, son blancas sobre la albura de la página:
Ampo.
La escribo y ya parece que la palabra vuela como una
ventisca. O como una cellisca, que es la fuerte ventisca de agua fría, incluso
sin nieve, cuando el cierzo helador hace volar el hielo de los páramos. El ampo
es, por el contrario, la calma del blanco, el resplandor de la nieve, la
extrema blancura de la nieve intacta en pleno día.
Chapina.
La chapina, sin embargo, es grisácea, porque es la
nieve cuando empieza a derretirse, ya en un camino, ya alrededor de nuestras
botas, y se va creando sobre nuestra huella una nieve que es más traslúcida que
blanca, perdiendo su candor.
Chapina suena a nieve derretida, a chapoteo y a charco
helado fundido, si se dice en voz alta.
Hay aves que llevan el nombre de la nieve entre sus
alas.
En ocasiones porque alguna parte de su plumaje es
blanca, y en otras porque anuncian las nevadas; pero, en realidad, ambas se
confunden y suceden a la vez las dos cosas.
En algunas de nuestras regiones llaman aguanieve o
aguanieves a la avefría, pero también recibe la misma denominación de aguanieve
la lavandera, también blanca en una parte de su plumaje.
A las aguanieves, además, las veo llegar en bandadas
con el frío, lo cual siempre abriga un poco el alma, mientras vamos esperando
que llegue el invierno.
Pensé mientras paseaba que tengo que bajar al río alguna
mañana de estas, pues por el camino hay charcos cuya parte más superficial se
hiela y se ve por debajo, como si del cristal de un escaparate se tratara, el
rosario de la puesta de huevos de la rana bermeja. Esto me lo contó un
agricultor de Alberite hace años y desde entonces me encanta mirar los charcos
cuya superficie se ha helado, buscando las puestas de las ranas que se abrigan
con el hielo del frío. Feliz día y hasta mañana. Vale
Texto y
fotografías La Medusa Paca. Copyright ©
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