Anhelo otoñal
Anhelo otoñal
“Pues ya cantadas dejo campiñas y estaciones
cantemos al olivo tardío y a la vid,
ven, Baco, que aquí todo rebosa de tus dones
y otoño debe solo sus pámpanos a ti.” (Virgilio, Geórgicas; libro segundo)
Ya está aquí el otoño, ha abierto la puerta y ha llegado con unos esos pocos petirrojos con voz de tiple, parecida a la de los ruiseñores y dispuestos a convivir en los espacios vaciados. Han venido escasos, puede ser por el cambio climático. Apareció el otoño y ya estamos en plena vendimia para poder cantar con Virgilio: “Baco, ahora te toca a ti”. Ya ha pasado el estío y todos estamos ya bajo los primeros balbuceos frescos del otoño, cuando el sol rápido no ha tocado aún con sus caballos el invierno.
Viene dorado y dispuesto a desmantelar al blanco invierno
con otras dichas para en primavera abrir de nuevo las cancelas, puertas y
ventanos de la casa y liberar el aire estancado y con jolgorio volvamos a
sacrificar a Baco en todos los altares un cabrón y celebrar
las antiguas fiestas en los teatros de nuestras calles.
Ya está aquí el otoño para de noche me conduzca desde la
casa a volver a escuchar el furioso oleaje, como ese esfuerzo que el mar
realiza para purgarse de toda la basura con que ha sido vulnerado por el verano.
Al final de las lluvias de septiembre, que ya están aquí, tan esponjosas y como
condensadas en blancas escarchas, una luz de aceite se posará sobre la copa de
los árboles; los caracoles reptarán por las virutas de espliego en los
barrancos y los ardachos de color verde, espuma de mar, volverán a soñar con el
calor tórrido bajo las piedras. En las rocosas calas, sombreadas de pinos,
sonarán todavía los últimos gritos de las chicharras, pero tal vez esos gritos
serán solo un eco en la memoria cuando después de cerrar la casa chirríe la
cancela y el coche, cargado de experiencias, se aleje por el camino de grava
flanqueado por una línea de palmeras. En la casa abierta aparecerá ya la cesta
con los periódicos y culturales del nuevo curso. Tal vez unos melocotones,
higos, uvas y granadas, perfectas en sazón, volverán a colmar ese frutero
añadiendo cierto sabor dulzón a estas nuestras tristezas. Las lluvias de
septiembre alegrarán los pastos y tierra adentro por valles herméticos de san
Juan de la Cruz, pronto empezará la berrea de los venados y sus bramidos se
subastarán ante las hembras ansiosas de berridos. Vendrá el dorado otoño y el
blanco invierno con otros beneficios y cuando la primavera abra e ilumine de
nuevo los campos todo quedará libre del maléfico aire estancado para que los
sauces vuelvan a brotar junto a los ríos, y los olmos junto a las densas
lagunas, los estériles quejigos en los cerros pedregosos y los arrayanes
abunden en las playas esperando que aquellas noticias
siniestras que nos llenaron de angustia en otras pasadas estaciones huyan por
las ventanas hasta perderse por el valle donde florecen los cerezos. Me voy
haciendo viejo. Vale.
Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©
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