sábado, 8 de septiembre de 2018 in

La parva




La era, Francisco de Goya

La parva
"Si el cielo de Castilla es alto,
es porque lo habrán levantado
los campesinos de tanto mirarlo".

“La máquina ha venido a calentar el estómago del hombre, pero ha enfriado su corazón”. (Miguel Delibes)

Recuerdo cuando el verano era un territorio sereno, un luengo latifundio de luz de luciérnagas y chicharras, bieldos levantando la parva, chiquillos volando panderos y tardes de era, parva y merienda esperando que el cierzo soplara para poder aventar. Lo he visto, vivido, sentido y hasta sufrido en mi niñez de mil mameras: extendida, amontonada, trillada, recogida, grande, pequeña, aventada, arrasada por la tormenta y…Todo esto en la inocencia de mis primeras letras, de mis primeros pasos, de mi primera consciencia y en esos años en los que todavía no había salido del pueblo para ir a estudiar a la ciudad. Y es ahora, recorriendo tierras sorianas, andadas morosamente por el Valle de la Sangre para llegar a Muriel de la Fuente y gozar cuando me topé con las aguas, aun vírgenes, del Avión, remontándolo hasta llegar a la Fuentona, donde nace. Y ha sido aquí cuando me he percatado de que “la alegría es un estado del alma y no una cualidad de las cosas; que las cosas en sí mismas no son alegres ni tristes, sino que se limitan a reflejar el tono con que nosotros las envolvemos”.


Y fue aquí, sentado, agotado, pensativo, mientras contemplaba los utensilios etnográficos expuestos en la Casa del Parque de la Fuentona, donde recordé el tapiz “La Era” de Francisco de Goya. Me rodeaban tras los ventanales de la que fue Palacio de Santa Coloma colores cálidos, como marrones, amarillos o naranjas. Y fue allí donde me imaginé a esos grupos de segadores descansando del calor y sentados sobre los haces de trigo recién segados y preparados para esparcir sobre la tierra arcillosa de la era para ser trillados. Y hasta quise ver a ese campesino, conocido como el bobo del pueblo a tenor de sus ropas y actitudes, intentando embriagar a otro de su misma especie. 

Y pensé en el verano, la trilla, la era de mi niñez y en la parva; ese cereal segado, extendido para trillarse, ese montón de algo, en particular un montón de cereales recién segados y amontonados para emparvarlos y aventarlos, para limpiar la parva. Las eras de mi pueblo siempre estuvieron llenas de parvas, de alegría y hasta de pendencias y agarradas. Y a mí esas parvas siempre me parecieron amaneceres estivales y haces de luz sobre las múltiples tonalidades amarillentas del trigo.


Siempre creí que una parva era mucho de una cosa, con referencia a ese montón de paja y de grano que había que separar sobre las eras. Después he leído que parva o parvo puede ser también un adjetivo, que quiere decir pequeño, y luego supe deducir que una parva es un montón de cosas parecidas e insignificantes una a una, como la parvada, palabra, con la que designamos en mi pueblo a las bandadas de pájaros: una parvada de tordos o esa parva de zorzales acudiendo al amanecer a los viñedos, olivares y hortales cercanos, dejando por el suelo una parva de aceitunas. 

Escribo estas palabras desde la tierra que dicen llamarla Vega de la Sangre o Campos de Almanzor, donde la primera luz del día alumbra una parva de casas subiendo por la ladera hacia la plaza de Calatañazor donde se encuentran la vieja picota, las murallas rotas del castillo, que fue señorial, y demasiados cantizales amontonados junto a la fortaleza. 

Azor, Calatañazor,
juguete.
Tu puerta, ojiva menor,
es tan estrecha,
que no entra un moro, jinete,
y a pie no cabe una flecha.

Descabalga, Almanzor.
Huye presto.

Por la barranca brava,
ay, y cómo rodaba,
juguete,
el atambor. (Gerardo Diego)

Vuelvo al Parador Antonio Machado, abro el diario “ABC” y me encuentro con una parva de letras hablando de España y de esa otra parvada que es ya un montón carente de grandeza.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

Leave a Reply

Con la tecnología de Blogger.

Seguidores