Tiempos de siega
Tiempos de siega
“Corra,
corra segador
que
le llama doña Juana.
-Buenas
tardes segador.
-Buenas
tardes sean dadas,
que
se le ofrece señora
que
tan deprisa me llama.
-Usted
como segador,
segador
de honra y fama,
usted
como segador,
quiere
segar mi senara”. (El Segador y Doña Juana; Nuevo Mester de
Juglaría)
Un agricultor de mi pueblo, amigo
por más señas, me acaba de sugerir una expresión para mí desconocida y que, una
vez escuchada, me ha embelesado porque alude a lo que tantas veces he visto y
hasta he participado en ella y que, en esta tarde de junio, me ha hecho
recordar aquellos días de mi actividad agrícola y que pensaba habían ya acabado
de ver y vivir hasta que mi entrañable amigo se acercó hasta mí para
nombrármela: la palabra no es otra que baraño.
Inmediatamente después de
escuchada me he trasladado hasta la última edición del Diccionario de la Real
Academia para enterarme de su significado y, sin sorprenderme, he descubierto
que la palabreja tiene como referente esa hilera de hierba o mies recién segada
y que tanto se observa estos días pos los campos de nuestros pueblos. Es decir:
el bálago de toda la vida: montoncitos de hierba o cereal que el segador, la
máquina segadora o cosechadora más moderna dejan en hilera, como si fuera el
negativo de un surco, tras pasar con la guadaña y el corte siega, de manera
casi inconsciente.
Es así como segaban mis vecinos,
lo hacían con guadaña y hasta la siega tenía ritmo acompasado mientras sonaba ese tras, tras, tras…que deja tras de sí
la estela verde en hilera. y hasta se hacía entrañable y sensorial con ese olor
que el trigal recién segado en la tarde, perfumaba. Mientras los insectos,
diminutos, brillaban en el último rayo cuando el contraluz de la siega aparecía
y lo hacía no de cualquier manera, sino en línea recta, como queriendo enseñar
el orden de la Naturaleza que las personas del campo, muy metódicas para la
tierra, y hacen renglones al dejar al aire la base del tallo recién segado, más
clara porque la luz del sol no lo alcanzaba, y las cosas que no se iluminan se
apagan, se trasparentan como la palabra que nadie nombra, o se tornan
blanquecinas como un visillo sobre la mirada, que ve menos cosas porque no sabe
nombrarlas. A esas hileras verdes de los cereales y es que puede que no haya un
ser más ordenado que el campesino, todo lo hace en líneas, cuadrículas, con
cierto orden y sistema, como para no dejar a su aire a la salvaje Tierra, que
siempre está como queriendo desmandarse, y así es como el agricultor pone
orden, haciendo de la hierba segada, un renglón verde que huele a hierba
fresca.
Y el baraño, como queriendo
participar del festín, y como si quisiera irse por las ramas, o columpiarse con
las cañas que dejaron de moverse con el viento, comenzó a cubrirse con el avanzar
despacio por las babosas de la siega ya fuesen limacos o caracoles del bálago.
Cuando el tiempo viene seco como el de los últimos días, los he visto recorrer
los rastrojos, quedarse quietos, encaramarse por las cañas del rastrojal y
llenar de grises las mieses recién cortadas.
Hay tardes de junio como las de
los tiempos de siega que hacen que merezca la pena haber vivido un invierno.
Cantan los grillos mientras las tórtolas están posadas en los cables del
teléfono sostenidos aun por postes. Suena en el trigal, todavía por segar e
incluso ya segado, una codorniz recién salvada del corte de la máquina segadora.
Trabajan mis vecinos sus huertas, sacan las primeras patatas frescas que fueron
sembradas en los últimos días de febrero. Las piaras, recién salidas del
esquileo, descansan su modorra a las sombras de los sauces. Un chochín, próximo
a una acequia, se cierne frente al espino
donde esconde su nido. Es junio, sigue siendo de día, cuando ya es de noche, y
una línea naranja, bajo el azul marino, alumbra el horizonte. Y tú y yo entre
nuestras cosas, esperando que tanta luz nos deje en blanco. Pronto dejaremos la
pluma en posición de descanso esperando al otoño para escribir palabras que
sueñen un texto que sea como el vaho que vuela desde la hierba cuando sale el
sol por la mañana. Vale.
Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright
©
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