domingo, 1 de marzo de 2015 in

Sesenta años de 'Diario de un cazador'







Sesenta años de 'Diario de un cazador'

“Contra el tiempo nada pueden los hombres, aunque sí algunos libros”. (Miguel Delibes Setién)

Ahora, el próximo día 5 de marzo habrán trascurrido 60 años y, por lo tanto, deberá de conmemorarse el 60 aniversario de un clásico. Me refiero al “Diario de un cazador” de Miguel Delibes Setién. El propio autor nos cuenta que este libro nació en Barcelona para seguir relatando que: “Vázquez-Zamora me llevó el ejemplar número uno a Barajas y mi primer viaje a América lo hice inevitablemente ojeándolo, lo que equivale a decir que llegué a Buenos Aires con el Cazador recién nacido y, tras unos meses, ya de regreso a Madrid, embarazado del “Emigrante”. 

Hay dos relatos en el propio libro que siempre me han impresionado: El primero ese en el que se relata el afán diario de aquel profesor de instituto que, un viernes 15 agosto 1954, necesita contarnos todos aquellos avatares por los que debía pasar para poder disfrutar de lo lúdico: 

            “Al fin dejé el Instituto. Me viene al pelo porque aquí no están desdobladas las clases ni hay permanencias. Veré de agenciármelas para hacer unas pesetillas por las tardes.
Don Basilio, el director, me recibió bien y me soltó un discursito. Le dije lo de la casa y él me contestó que aguardemos una semana porque ahora están los pintores. A la madre no le gusta el traslado. Dice que ella preferiría morir donde vivió treinta años. Todas las viejas tienen las mismas pamplinas. Finalmente la convencí con lo de la renta.
Por otro lado, me dicen que aquí los obvencionales son sustanciosos, y hay una gratificación extra por Navidad. No para echar coche, desde luego, pero menos da una piedra. En fin, si las cosas vienen como espero, podré comprarme para diciembre la Jabalí del 16. Aquilino me dijo ayer que aguardará unos meses antes de sacarla a subasta. Me queda un poco larga de culata, pero Melecio podría cepillarla con cuidado.
Por lo demás, me viene que ni pintada, es ligerita y los tubos brillan de tal modo que hacen daño a los ojos.
En el café volví a discutir con Tochano. Cuando Tochano coge una perra hay que sentarse. Me dice que por qué tiro con el 16, habiendo un calibre mayor y otro más pequeño. Apuré toda clase de razones, pero no le convencí. Acabó con la de siempre, diciéndome que estaba enviciado y que el 16 es un calibre a extinguir. No le basta que yo me acierte con él. Será porque soy zurdo, como él dice, pero yo me arreglo con él y no veo motivo para ensayar otro”.

Y el segundo el que nos narra la necesidad de alquilar un carrito de mano para trasladar todas sus pertenencias y, fundamentalmente, la descripción que hace de una tal Modes fiel reflejo de la mujer egoísta del mundo rural:

          “A las seis de la mañana alquilé un carrillo de mano e hice el traslado. La madre anduvo llorando un rato, agarrada al quicio de la puerta. La Modes no quiso venir a echar una mano, eso que la avisé ayer. La Modes siempre anda a lo suyo. Si alguna vez viene por casa es a pedir. No he visto otra mujer que haya cambiado tanto como ella con el matrimonio. A todas horas anda desgreñada y sucia como las de la tirada del carbón. Cuando le dije lo del traslado me contestó que quién iba a atender lo suyo entonces. Le advertí que haría el traslado de los trastos de madrugada, antes de levantarse Serafín y de despertarse los críos, pero ella dijo que nanay. En cambio Melecio estuvo trajinando como un forzado hasta las ocho y media que se fue a la sierra. Tiene unas manos muy hábiles el condenado. Melecio es uno de esos tipos que no hace un solo movimiento de más. Al concluir la tarea, me dijo que ayer oyó decir en la Sociedad de Cazadores que el 24 se levanta la veda de la codorniz. Al parecer no hay mucha, aunque de la parte del páramo se las oye cantar. Dice que, en cambio, la perdiz crió bien este año y que se ven polladas de igualones por todas partes. Cuando oigo decir estas cosas me entra frío por la espalda. Desde marzo no he disparado un tiro. ¡Desde marzo, Señor! ¡Se dice pronto!

Y, por supuesto, hoy es necesario recordar que este libro, publicado en la Editorial Destino, gustó y mucho, tanto que ha tenido veintitantas ediciones y todo un movimiento extraordinario, ese movimiento humano, denominado “inolvidable cuadrilla del 55”, al que dedicó este libro y que acabó, en palabras del propio Delibes, como suelen terminar los negocios de los hombres, por defunción: “Mi padre dejó de subir gallardamente sus ochenta años ladera arriba y falleció unos meses después de nacer Lorenzo. También Vicente Presa, mi querido compañero en el crucero Canarias, dejó de existir años más tarde, mientras mi hermano José Ramón, que solía llevar de postre un tocinillo de cielo, fue más longevo: nos dijo adiós el año pasado, en primavera, ahora hace un año”.

Y acarreando todo esto para ésta su sesenta conmemoración, y como el viajero, también por razones docentes, anduvo por esos Parámos y Merindades, de repente recuerda toda una serie de canecillos eróticos como los de San Pedro de Tejada, dando lecciones sobre vicios y virtudes, y los dólmenes de Moradillo de Sedano: solitario, mínimamente habitado, elevado sobre un promontorio, donde siempre nos aguardan esos dos centauros femeninos, con tocados de época y todo tipo de detalles vegetales, como acantos. A todos esos canecillos los recuerdo como atenticos cómics de la Edad Media, pensados para analfabetos con necesidad orante, eróticos, bestiales, grotescos, vegetales, musicales y capaces de conectar con naturalidad con la sensibilidad de la gente, impregnada del medio indomado en el que viven. 

Y mi memoria para este mes de marzo marzán, que “por la mañana pone cara de ángel y por la tarde cara de can”, queda rodeada de un paisaje de cerezos, nogales, avellanos, quejigos, robles y hayas, por donde todavía, en aquellos mis años por las Merindades, resonaba el aullido de los lobos. Vale.

Texto y fotos La Medusa. Copyright ©

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