martes, 19 de febrero de 2013 in

El almendro



El almendro


La simple belleza es silenciosa:
abruma su hermosa cualidad.
Sólo pensar en ella daña su sutileza.
El pensamiento
es demasiado burdo
para reconocerla.
(Ibn Arabí)








Ya ha cedido el frío, ya sus bellos ramilletes anuncian el colorido blanco o rosado mostrando un paisaje de ensueño y abriéndose al sol. Tronco viejo y retorcido que no le pesan los años ni  teme al frío de los cuatro vientos. Siempre, sin tregua, floreciendo antes de la primavera. Lo veo nervioso, eso sí, aguardando a las abejas que no llegan.

Este árbol, proveniente de Asia y viajado por todo el planeta siempre nos sorprende: siempre antes de salir las hojas nos ofrece el regalo de sus bellas flores.

Hermoso regalo que explica una historia de amor de la mitología griega: Fílide, princesa de Tracia se enamoró de un joven combatiente de la guerra de Troya llamado Acamante. Ella iba todos los días a la costa esperando encontrar el barco de su amado. Pero el barco no llegaba. La princesa murió de tristeza.  Entonces la diosa Atenea convirtió su cuerpo en un almendro. Al día siguiente, cuando llegó el joven Acamante sólo pudo acariciar la corteza del árbol. El amor de la princesa Fílide, que ya era almendro, respondió a Acamante floreciendo de repente, sin echar hojas.




Mar del medio día

almendros en flor

velas extendidas.



Salmos de alabanza

brazos florecidos

que hasta el cielo se alzan.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

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