¡OH, LA NIEVE!
En multitud de ocasiones he soñado con despertar un día en medio de una nevada apocalíptica, sin más acompañamiento que el de la sinfonía del silencio. Y, también, sentirme preso de esa clase de espejismos. No sé quién lo dijo y acertó: “lo más sonoro de la nieve es su estruendoso silencio”. ¿Quién no lo ha comprobado? La naturaleza se detiene, dejan de volar los pájaros, palidecen los árboles y las sombras se acoplan detrás de la luz formando un todo uniforme y prolongado.
Hubo un tiempo en que todos los inviernos nevaba intensamente y los niños combatíamos el aburrimiento haciendo muñecos de nieve con una zanahoria en la nariz y una escoba sostenida por ese brazo ortopédicamente congelado. A veces sucedía que la nieve llegaba sin avisar y entonces se convertía en un bucle y pasaba lo que pasaba. Todavía, en ese mi sueño, hay personas y aperos haciendo caminos entre ventisqueros de los cuatros puntos cardinales del “Puerto” de mi pueblo que es Grávalos.
¡OH, LA NIEVE!
La Dehesa de camino
en su llanura nevada,
hoy su campo está divino
con humedades ganadas. (PRJP)
¡Oh, las nieves!
Necesitaba
que la suave nevada
llenara esos huecos vacíos
de los campos baldíos,
hasta cotas aupadas.
Necesitaba
calentarme las manos
con su frío prendido,
escuchar la voz enjuagada
de los arroyos nuevos,
volver a descubrir
la extrema sencillez.
Necesitaba
regresar al enigma
remoto del silencio.
¡Oh, las nieves!
La nieve sigue cayendo
sobre su bella llanada,
el frío lo voy sintiendo
sin respetar la calzada. (PRJP)
Remato el poema. Cae la noche, fría y clara. La miro y querría volverme hacia adentro, a pedirles calor a las cosas pequeñas.
PRJP. Una tarde en el que un espeso nublado me hizo recordar nevadas olvidadas. Segunda semana de enero de 2024.
Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©
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