viernes, 23 de septiembre de 2022

 



AUTUMNUS

“Bajo tormentas la playa
será soledad de arena
donde el amor yazca en sueños.
La tierra y el mar lo esperan.” (Luis Cernuda)

 

Hoy leyendo a Joaquín Araujo en Los árboles te enseñarán a ver el bosque me he encontrado con el verbo atalantar: cuidar, mimar, agradar, convenir, prendarse, enamorarse y tantas cosas más.

¡Que la vida me atalante! He gritado y os deseo cuando, a partir de hoy, os acerquéis al otoño lleno de sol. Y de calor.

Aquí estoy, escribiendo, entre dos ventanas abiertas, sin que haya esa corriente que suele ir por los corredores de las casas blancas enjalbegadas y con ribetes de albero en mi urbanización marmenorense, precisamente para que los rayos solares no se agarren y corra el aire en línea recta, de una a otra estancia, por donde asoman los olores de azahar.

 

La puerta de mi casa también está partida en dos, y puedo dejar entrar al sol por arriba, o abrirla entera, y entonces se ven flotando diminutas motas donde la luz se refleja igual que de noche sobre los planetas.

 

Esta luz de otoño es dorada todo el día, como si llevara una pátina sepia, de luz vieja.

 

Yo no sé qué hacer con ella.

 

Si reír o llorar, porque me alegra y a la vez me da pena.

Es demasiado bonita para aceptar que va a marcharse.

 

Me siento estos días absolutamente impotente, al pensar que nuestros pies están enraizados en la parte del mundo que va hacia el invierno, y me resisto, como el día soleado, a ir hacia la noche.

 

Cada vez entiendo mejor a las golondrinas, que ya se marcharon.

 

A las pocas tórtolas que vinieron y que ya se han ido.

 

A las bandadas de aviones comunes que, tras dar muchas vueltas, también se fueron.

 

Sólo yo quedo aquí, con los pájaros que no se marchan y que cantan hoy con esta luz como si fuera primavera, aunque se nota que cantan de otra manera, por cantar un poco, un tarareo más que una greguería, antes de callarse durante meses.

 

Resuenan ahora por la calle los cascos de unos caballos, como si llamaran a la tierra.

 

Entra una brisa muy agradable.

 

Huele a dulzor de uva el aire.

 

Hay mariposas de la col todavía volando por los campos.

 

Y una quietud que maravilla contemplarla, como la mi mar, al sol, en calma.

 

¡Cuánto adorna la luz!

 

Todo está tan bonito, tan bello, tan azul y tan dorado, que da pena tener la certeza de su inminente pérdida.

 

Es viernes y acaba de entrar el otoño y esta luz se irá volando con las hojas del calendario.

 

Quedarán por el suelo los jínjoles del vecino jinjolero, y el aire quieto en la casa. Vale y ¡que la vida os atalante! Todo … Es ya un campo de antorchas en las dunas del viento…” (Santos Domínguez Ramos)

 

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

 

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