domingo, 1 de diciembre de 2019 in

Ya es diciembre






Ya es diciembre

Marcha noviembre, mes pasado por agua como nunca, me dicen. Ayer tarde no cesó de llover en Villamediana de Iregua y esta mañana ha salido nebulosa y húmeda hasta las entrañas. Me tomo un café descafeinado observando, tras los cristales de la ventana delantera de la casa, cómo se desprenden las hojas amarillas de ese mi peral que bordea las escaleras de la entrada a casa. En la calle hace fresco, más bien frío, y me acompaña una ventolina, no ventolera, alegre, complaciente y un vientecillo cortante de los que invitan a pasear abrigado.

Los cristales del ventanal al final de las escaleras reflejan las luces de la noche celeste y de algunas de la terrestre, que aún me dejan ver el color del peral y de las hojas, entre verdes y amarillas, de los castaños de Indias de la huerta de enfrente a los que el agua cercana mantiene todavía en su declive otoñal. Se ven pocas ventanas iluminadas en las casitas ajardinadas que me rodean.

Vuelvo de estampar los alrededores y paso delante de una higuera, nervosa, ya desnuda y todavía en penumbra por esas farolas minimalistas, ayer colocadas, hoy apagadas, y que un día alumbrarán llenando los espacios hoy cubiertos por esas anchas hojas amarillas, de color limón intenso, y muchas brillando sobre esas baldosas recién colocadas y, ya refulgentes, tras las últimas lluvias y ventadas.

El suelo está todo blando de hojas, formando un suelo-espejo otoñal. Y el vientecillo de esta mañana-noche prosigue su tarea de desnudar el bello y monocolor bosquecillo. Me quedo mirando un rato, porque es como si celebrara en silencio la despedida del otoño en una esquina abrigada de esa calle Portillo, mirador de salida hacia el castillo de Clavijo, con una lenta música de adiós. Cada ventada suave arranca centenares de hojas que, con mayor o menor donaire, dan unas vueltas en lo alto y se dejan caer levemente sobre la seroja. Y luego otra y otra. Y las hojas se van yendo, van volando por aquí y por allí, y me parece que me despidieran silenciosas, afectuosas, nostálgicas casi, hasta el año que viene. Porque los árboles seguirán. El peral y los castaños de Indias se pondrán verdes de nuevo y se morarán las moras de las zarzamoras cercanas, y vendrá otro otoño y otras ventolinas o ventoleras. Y se irán, volarán, nos despedirán otras hojas, parecidas a éstas. Otras, otras…Vale.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

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