martes, 4 de diciembre de 2018 in

Hayedo de Santiago






Hayedos, encinares, robledales, almendreras, higueras, viñedos y huertos, grandes y reducidos huertos, junto a la clavijeña Cruz de Santiago, fueron en otros tiempos nuestra primera visión del día. Cuando nos levantábamos de la cama y asomábamos a la ventana, ellos estaban allí, enfrente, con una lealtad absoluta, esperando, como una llamarada de vida y esperanza. Aseguro que sus verdes, grises y su alegre visión nos ayudaban a levantar el ánimo si andaba decaído. La anárquica y la devoradora construcción comenzó a cerrar el ángulo de visión y la casa empezó a quedarse sumergida y vacía, nuestros hijos comenzaron a marcharse y nosotros también y solamente pudimos ver el árbol, ese peral centenario que comenzó a hacernos compañía y sombra a su manera. Era como una invitación permanente a adentrarnos en la Naturaleza. La Naturaleza siempre salió a nuestro encuentro en la misma puerta de la casa. O mejor, dentro del solar, porque, con el tiempo, el peral se fue convirtiendo en una parte esencial de la residencia. Él se ocupó y se afana hoy, sobre todo, de limpiar el aire. A mí siempre me gustó escuchar el rumor de sus hojas y el bamboleo de sus ramas, movidas fuerte o levemente por el viento. Y hace que, constantemente, me reencuentre con mis orígenes rurales. Lo recrea todo. Más de una vez, sin que me viera nadie, he abrazado su poderoso tronco. Y aún está, ahora mismo mientras escribo, el pequeño jardín cubierto de sus hojas caídas, que forman una espesa alfombra olorosa. Me gusta pasear sobre ellas y me estoy resistiendo a rastrillarlas, esperando se fundan con la nieve, que ya está ahí…y sólo me queda pasear alguna noche de enero sobre las hojas secas nivales.Vale.  



Hayedo de Santiago



Hayedo de Santiago,

casi sin hojas.

Abundante cosecha

de la seroja.



Tibia luz de noviembre.

Robles desnudos:

corpulentos guerreros

y muy nervudos.



Las hojas han cubierto

todo el camino.

Vamos pisando otoño

sin hacer ruido.



Verdes quedan las zarzas.

Y los acebos

avivan sus colores

para el Portal.



Andan niños y abuelos

cruzando el bosque,

buscando esos infantes

los animales.



Difícil encontrarlos:

Secas las pozas,

ni verdes ni marrones

saltan las verrugosas.



Hayedo de Santiago.

casi sin hojas.

Abundante cosecha

de la seroja.



PRJP. N.º 18. Desde mi casa villametrense. Comenzado en los días, fríos días de noviembre y terminado en los primeros días calurosos de diciembre de 2018.



Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

2 Comments So Far:

  1. Extraordinario, según lo escribes parece que estás debajo del peral pisando sus hojas caidas y viendo el color otoñal de todos los árboles

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  2. Gracias Joaquín. Preciosidad de peral, delicioso el ocre de sus hojas y pacientes los verderones que se acercan a por algún insecto y se quedan sorprendidos porque, también, los insectos emigraron por la helada. Un abrazo fuerte.

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