Adiós y…a descansar en vuestras mañanas de verano
Adiós y…a descansar en vuestras
mañanas de verano
“Desea que sea largo el camino.
Que sean muchas las mañanas
estivales
en que con qué alegría, con qué
gozo
arribes a puertos nunca antes
vistos,
deténte en los emporios fenicios,
y adquiere mercancías preciosas,
nácares y corales, ámbar y ébano,
y perfumes sensuales de todo
tipo,
cuántos más perfumes sensuales
puedas,
ve a ciudades de Egipto, a
muchas,
aprende y aprende de los
instruidos”. (Constantino
Cavafis, Itaca)
El verano, amigo mío, es la mejor estación para no
hacer nada y, sin embargo, entre sus seculares alicientes, se me ofrece como
marco ideal para la introspección y el reposo teñido de noble vagancia. En los próximos
días no haré nada, absolutamente nada, excepto decidir que no voy a ninguna salida
en bicicleta ni a ninguna excursión nocturna para ver estrellas fugaces ni a participar
en ningún torneo ni competición deportiva. Me levantaré algo más tarde que de
costumbre, saldré al jardín a observar displicentemente a ese cotidiano arrendajo
gordo picoteando en el comedero de los arbolitos. Luego dejaré vagar la mirada
por las copas de las altas y esqueléticas palmeras y de ahí seguiré hasta al
cielo a ver pasar una nube, si pasa, y tratar de discernirle, sin esforzarme
demasiado, una forma. Me entretendré luego con el vuelo de una libélula
mientras sopeso regar los bonsáis. Bueno, seguro que aguantarán hasta mañana
con la que está cayendo. Una suave brisa, si alienta, provocará un interesante
movimiento en la rama de ese solitario pino del parque donde recogeré una piña
y estudiaré la delicada forma en que la ha roído esa amiga ardilla. Y, sin
darme cuenta, ya casi habrá pasado la hora del desayuno. Me volveré a quedar
sin diario y sin pan recién salido del horno. Se me olvidará cargar el móvil,
aplazaré un día más echar al contenedor de los papeles mis amontonados
periódicos. Y a este paso, tampoco estos días, me va a dar tiempo de ir a mi
ordinario paseo: es igual porque a lo mejor me tuesto. Iré a tomar ese baño de
sal, tomaré un verdejo y sorbito a sorbo contemplaré a esa secular colonia de
veraneantes históricamente endogámica, beata, pretenciosa, cotilla y
maledicente. Y seré consciente de que ya es casi la hora de comer. Y me daré
cuenta de que hoy la Medusa emprende un largo viaje solicitando que el camino
sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. Quizá este verano no
difiera demasiado de todos los veranos, quizás se parezcan, con su mezcla de
guerra, paz, silencio, playa, viajes, felicidad, hastío, ese que a los
románticos ingleses condujo a encontrar esa buena inspiración.
Por estas mismas razones o sinrazones…, hasta
septiembre. Vale.
Texto y fotografías La Medusa Paca.
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