¡El FC Cartagena medio resucitó!
El Cartagena no pudo pasar del empate ante un Real Valladolid que se adelantó por sorpresa a los 5 minutos de partido y luego se limitó a defender el resultado. Tuvo que ser Toché quien cortase la sangría de derrotas consecutivas y lo que parecía la cuarta derrota consecutiva pudo evitarse gracias a su gol en el minuto 80 de partido. Con este marcador a los albinegros aún le quedan posibilidades para clasificarse para el play off pero la verdad es que, el equipo que dirige Juan Ignacio, además de las numerosas bajas que tiene, no pasa por su mejor momento. Toché, al menos, evitó otro desastre.
¿Qué pasará en la tarde de hoy?
Desde un lugar con encanto del Mar Menor
¡El FC Cartagena medio resucitó!
23 de abril de 2011
Última actualización 24/04/2011@00:04:51 GMT+1
"fue cuando ibas, pueblo, a cantar
una vieja canción con lágrimas,
con esperanza y con dolores:
vino la mano del verdugo
y empapó de sangre la plaza” (Pablo Neruda)
una vieja canción con lágrimas,
con esperanza y con dolores:
vino la mano del verdugo
y empapó de sangre la plaza” (Pablo Neruda)
Hemos salido con amargura del Estadio. He salido tristón por lo visto en esta tarde primaveral con olores de libros recién estrenados en su regalo y con las rosas de ese gol con el que el FC Cartagena ha obsequiado, in extremis, al Real Valladolid que quiso honrar y celebrar en el día de Castilla y León a los bravos Comuneros Juan Bravo, Juan de Padilla, Francisco Maldonado.
Al salir del estadio y ponerme a escribir he recordado esa alegoría de la vida que me inspiró la madrugada del pasado viernes la contemplación de ese Crucificado con cara descompuesta y rudas manos de alfarero, ese Cristo forjado en la fragua del tiempo que miraba, cruzando la puerta enrejada de la Pescadería, a los cielos imposibles de Santa Lucía, ascendiendo cuesta arriba para llegar, en su recorrido, hasta la estremecida plaza del Lago y encontrarse con su Madre, la Pequeñica.
Contemplando desde la balconada de la Muralla del Mar, donde este articulista vivió y jugueteó hace años, cómo la procesión seguía su camino en mágico recorrido, desde dentro de mi corazón salió en grito desgarrador pero emocionado ¡Viva el Jesú! que unido al de otros espectadores, que a mi lado estaban, sonó como un latigazo de tormenta.
He pensado en lo que ha supuesto el partido de esta tarde. Ha sido como un fugaz tránsito de lo que ha podido ser, si se perdía, se iba al traste toda la fugacidad de esta temporada para el cartagenero y cartagenerista en una mezcla de nostalgia, de esperas y de lamentos.
Esto, queridos aficionados, con todos los respetos, es lo que ha sucedido esta tarde en el Cartagonova. Un crucificado, nuestro Cartagena, con tres derrotas anteriores, con cara de pocos amigos y fraguado en el sufrimiento de impotencias, actitudes poco convincentes y arbitrajes pasados, va y, en vísperas de un Domingo de Resurrección, medio resucita dejando prendidos con alfileres muchos de esos sinsabores que ellos y otros proporcionaron a esta sufrida, sacrificada y, en esta tarde, escasa afición.
Dos aficionados envueltos en vestiduras cartageneristas deslumbrantes, y que estaban sentados a mi lado, al marcar Toché me dijeron: "Este equipo, medio ausente toda la tarde, con este jugador, al final casi lo resucita”.
Quedaba tiempo y estaba preparado y dispuesto a gritar si Riga hubiese marcado, casi en el tiempo de descuento en ese barullo dentro del área pequeña, como lo hicieron, en tiempos bíblicos, aquellas mujeres que se acercaron hacia la tumba del de Nazaret, al amanecer del primer día de la semana, con los perfumes que habían preparado para embalsamarlo: ¡El FC Cartagena ha resucitado! ¡Qué alegría!
Eso mismo, con todos los respetos para el relato evangélico, es lo que se ha comprobado esta tarde en el Cartagonova. El FC Cartagena en un partido apático, triste, insulso, alicaído y sin nervio, no queriendo que se le entierre, no ha fallecido y sí medio ha estado. Es cierto que sí desapareció de la competición durante esas tres jornadas dolorosas. Hoy, viéndolo con mis propios ojos. ¡El FC Cartagena ha medio resucitado! Ha resucitado empatando ante un Real Valladolid que venía con el turbo puesto y que le hemos ganado en el gol-average.
Al salir del estadio y ponerme a escribir he recordado esa alegoría de la vida que me inspiró la madrugada del pasado viernes la contemplación de ese Crucificado con cara descompuesta y rudas manos de alfarero, ese Cristo forjado en la fragua del tiempo que miraba, cruzando la puerta enrejada de la Pescadería, a los cielos imposibles de Santa Lucía, ascendiendo cuesta arriba para llegar, en su recorrido, hasta la estremecida plaza del Lago y encontrarse con su Madre, la Pequeñica.
Contemplando desde la balconada de la Muralla del Mar, donde este articulista vivió y jugueteó hace años, cómo la procesión seguía su camino en mágico recorrido, desde dentro de mi corazón salió en grito desgarrador pero emocionado ¡Viva el Jesú! que unido al de otros espectadores, que a mi lado estaban, sonó como un latigazo de tormenta.
He pensado en lo que ha supuesto el partido de esta tarde. Ha sido como un fugaz tránsito de lo que ha podido ser, si se perdía, se iba al traste toda la fugacidad de esta temporada para el cartagenero y cartagenerista en una mezcla de nostalgia, de esperas y de lamentos.
Esto, queridos aficionados, con todos los respetos, es lo que ha sucedido esta tarde en el Cartagonova. Un crucificado, nuestro Cartagena, con tres derrotas anteriores, con cara de pocos amigos y fraguado en el sufrimiento de impotencias, actitudes poco convincentes y arbitrajes pasados, va y, en vísperas de un Domingo de Resurrección, medio resucita dejando prendidos con alfileres muchos de esos sinsabores que ellos y otros proporcionaron a esta sufrida, sacrificada y, en esta tarde, escasa afición.
Dos aficionados envueltos en vestiduras cartageneristas deslumbrantes, y que estaban sentados a mi lado, al marcar Toché me dijeron: "Este equipo, medio ausente toda la tarde, con este jugador, al final casi lo resucita”.
Quedaba tiempo y estaba preparado y dispuesto a gritar si Riga hubiese marcado, casi en el tiempo de descuento en ese barullo dentro del área pequeña, como lo hicieron, en tiempos bíblicos, aquellas mujeres que se acercaron hacia la tumba del de Nazaret, al amanecer del primer día de la semana, con los perfumes que habían preparado para embalsamarlo: ¡El FC Cartagena ha resucitado! ¡Qué alegría!
Eso mismo, con todos los respetos para el relato evangélico, es lo que se ha comprobado esta tarde en el Cartagonova. El FC Cartagena en un partido apático, triste, insulso, alicaído y sin nervio, no queriendo que se le entierre, no ha fallecido y sí medio ha estado. Es cierto que sí desapareció de la competición durante esas tres jornadas dolorosas. Hoy, viéndolo con mis propios ojos. ¡El FC Cartagena ha medio resucitado! Ha resucitado empatando ante un Real Valladolid que venía con el turbo puesto y que le hemos ganado en el gol-average.
FC. CARTAGENA 1 – REAL VALLADOLID 1
A siete partidos de la prueba del algodón han vuelto al Cartagonova los sabores de esperanza. Esta efemérides, que ya suena a ciencia-ficción en la mitomanía cartagenerista, debe ser anotada y archivada. De nuevo el equipo de Juan Ignacio ha mostrado capacidad de sufrimiento en su propio campo con un juego de querer y no poder frente a un ex primera. Los de Pucela han podido colocar contra las cuerdas a este aspirante a la fase de ascenso adelantándose en el minuto cinco de la primera parte con esa asistencia de Jofre desde la línea de fondo, ante la lesión de Txiqui, marcando Javi Guerra ante la soledad de Casilla.
Después de este gol no hubo ninguna delicatesen que los aficionados pudiesen llevarse a la boca. Apareció una pequeña indigestión que se nos pudo atragantar por la incapacidad de la defensa y centro del campo para contener el fútbol directo que propuso el equipo castellano.
Al lesionarse Txiqui se acabaron las aceptables sensaciones y los buenos deseos del Cartagena con poca plasticidad y sin circulación de balón, sí con voluntarismo que no fue suficiente para superar a los pucelanos, que aprovechaban la ineficacia de nuestros escasos remates a puerta.
JIM movió el banquillo y metió a toda su artillería Y llegó el gol de Toché, una vez más el delantero santomerano volvió a comportarse, aun no estando ni fino ni a tono físico, como el llanero solitario. El gol nos alivió la ansiedad que, la cercanía del abismo, estaba provocando en la parroquia cartagenerista.
Mis queridos lectores estoy profundamente agradecido de estar ante ustedes en estas queridas tierras, aquí en un lugar con encanto del Mar Menor desde donde les he contado lo que he visto esta tarde en el Cartagonova.
¿Y qué decir del árbitro castellano-manchego Ontanaya López Astilleros, D. Francisco Javier? Pues nada, que teniendo que elegir un adjetivo para definir su actuación, elijo el de la ineptitud.
¡Amigos!, hasta el sábado que viene, si Dios quiere. No tengan miedo. Que estamos en la semana de gloria para que los manchegos no nos la den con queso, si son agradecidos por lo que se les prestó el pasado año. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
Pedro-Roberto J.P. hoy desde un lugar con encanto del Mar Menor. Dies 4/23 ante diem nonum Kalendas Maias.
Después de este gol no hubo ninguna delicatesen que los aficionados pudiesen llevarse a la boca. Apareció una pequeña indigestión que se nos pudo atragantar por la incapacidad de la defensa y centro del campo para contener el fútbol directo que propuso el equipo castellano.
Al lesionarse Txiqui se acabaron las aceptables sensaciones y los buenos deseos del Cartagena con poca plasticidad y sin circulación de balón, sí con voluntarismo que no fue suficiente para superar a los pucelanos, que aprovechaban la ineficacia de nuestros escasos remates a puerta.
JIM movió el banquillo y metió a toda su artillería Y llegó el gol de Toché, una vez más el delantero santomerano volvió a comportarse, aun no estando ni fino ni a tono físico, como el llanero solitario. El gol nos alivió la ansiedad que, la cercanía del abismo, estaba provocando en la parroquia cartagenerista.
Mis queridos lectores estoy profundamente agradecido de estar ante ustedes en estas queridas tierras, aquí en un lugar con encanto del Mar Menor desde donde les he contado lo que he visto esta tarde en el Cartagonova.
¿Y qué decir del árbitro castellano-manchego Ontanaya López Astilleros, D. Francisco Javier? Pues nada, que teniendo que elegir un adjetivo para definir su actuación, elijo el de la ineptitud.
¡Amigos!, hasta el sábado que viene, si Dios quiere. No tengan miedo. Que estamos en la semana de gloria para que los manchegos no nos la den con queso, si son agradecidos por lo que se les prestó el pasado año. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
Pedro-Roberto J.P. hoy desde un lugar con encanto del Mar Menor. Dies 4/23 ante diem nonum Kalendas Maias.
Fotografías Sportcartagena y textos de La Medusa Paca.Copyright ©
logromur@hotmail.com. En Twitter:@Logromur.
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