You Are At The Archives for octubre 2018

lunes, 29 de octubre de 2018 in

Píldoras de sabiduría española






El conjuro, Francisco de Goya y Lucientes

Píldoras de sabiduría española

“Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia”. (Cervantes)

Esta mañana, resguardándome del frío, viendo caer la lluvia y sintiendo soplar ese viento helador venido del norte, me he refugiado en la naturaleza, esa que suena y que hace que el silencio total no existe y que alguien escribió: “es necesario para el descanso de la mente”. He querido, cautelosamente, refugiarme en esas frases repetidas de generación en generación como pequeñas joyas de experiencia cultural, concentradas en una expresión feliz que resume todo cuanto un pueblo ha pensado, sufrido o gozado a lo largo de la Historia en la visión sobre cientos de anécdotas, referencias y significados ocultos que lo trovadores provenzales llamaron “refrain”, y que condujo al origen de la palabra española “refrán”.

En este rebuscar en las profundidades experienciales del pueblo sé, lo he experimentado, que el silencio es un sonido que se escucha cuando no se oye nada; ni un tintineo, ni un segundero, ni un teclado. Las ciudades y sus ruidos atrofian el oído… y el ruido está en todas partes. En cláxones y conversaciones, en pantallas y altavoces, en lo que comemos y olemos.

Hoy, al adentrarme en la profundidad de los decires de los pueblos, me hubiera gustado cobijarme en el silencio de esas aldeas y naturalezas que hoy amanecieron nevadas. La nieve es bonita de ver, pero lo que más impresiona es la quietud que genera a su alrededor. Ni en los claustros de clausura, en alguno he estado, he oído yo el sonido del silencio como lo oigo en medio de la nieve. Cuando nieva desaparecen todos los ruiditos de la naturaleza y reina el silencio en estado puro. Hay otro momento extraordinario. Es la emoción de descubrir la nieve al despertar, tras una madrugada heladora. Muchas veces, innumerables, he sentido la necesidad de despertar a todos los que duermen comunicando la buena nueva. Funciona. Al primer aviso dan el salto y corren a contemplar el paisaje. 
Y aquí estoy, pensando en la nieve y recopilando, en silencio, esos refranes, almacenes de sentido común, libros de texto de filosofía práctica y catones de la vida social y cultural de nuestros poblados y métodos perfectos de pedagogía y sabiduría popular que acumulan siglos de experiencia. Las paremias, antes que consejos, son “una forma de asumir lo que nos sobreviene”, para quien decir algo en forma de proverbio equivale a “salirse de la lengua normal, de todos los días, para usar una lengua especial” que dota de solemnidad los hechos cotidianos. Cuando alguien presencia un accidente en la calle y dice: “Van como van, y pasa lo que pasa”, no significa nada, su valor lingüístico-lógico es cero, pero con esa repetición está situando los hechos en otro nivel, en un nivel trascendente”.

Si la lengua fuese un jardín, sería aquel donde, junto a los podados setos de los usos normativos, crece desde hace siglos la maleza de un lenguaje oral y salvaje transmitido al margen de la cultura oficial. Canciones infantiles, refranes, trabalenguas, nanas, encantamientos y modernos juegos verbales, todos comparten algo que nos ha estado acompañando desde el primer latido, y cuyo sentido es exclusivo del ser humano

Más de diez siglos contemplan la formación, evolución y desarrollo del español. A su riqueza y brillantez han contribuido los grandes poetas, novelistas, filósofos y políticos. Han sido las generaciones de campesinos, pastores, herreros, arrieros, abogados, médicos… quienes han dado vigor y pulso a nuestra lengua. A lo largo del último milenio, el idioma de Cervantes se ha enriquecido en las ventas, en los campos y en los lupanares tanto o más que en los libros y legajos. Porque la lengua es un ente vivo. Y es este concepto de lengua asociada al pueblo el que ahora nos ocupa. Los refranes y proverbios no pertenecen a ningún autor, ni compilador, ni institución, sino que nacen del pueblo y, necesariamente, han de volver a él. A los refranes les cabe otro honor: el de la expresión ajustada de una cultura de la que el pueblo debería enorgullecerse en lugar de avergonzarse.

Lo que la Medusa aporta hoy es una simple y breve muestra compilatoria para mostrar el impagable legado de generaciones pasadas. Ese regusto antiguo y nostálgico que aparece en cada uno de ellos no es sino el poder de la Historia, el poder de la lengua amasada y forjada con el curso de los siglos: palabras mil veces repetidas y dichas del mejor modo que pueden decirse; por eso son permanentes, inalterables, vigentes y actuales. Están y las he rebuscado en viejos compendios, en el Quijote o en La Dorotea, en libros especializados, en la Biblia, en la poesía romántica, en Homero, en antiguas leyendas locales y viajando por la Historia y por esa geografía española donde se aparecen ya espigadas muestras de la sabiduría popular tal y como nos ha sido dada desde hace siglos.
Decía mi abuelo Arcadio, hombre muy refranero “No hay refrán que no sea verdadero”, también don Quijote a su escudero Sancho. El refranero es capaz de una manera sintética, breve, concisa, tratar todos los temas posibles. El refrán es simbólico, metafórico, comparativo, descriptivo, jocoso, irónico. utiliza rima en la medida de sus secuencias sintácticas, en grupos fonéticos, todo el repertorio de los poetas y tiene en cuenta la tradición cultural bíblica o religiosa, los usos campesinos, rurales o urbanos, la historia mítica olvidada y las costumbres perdidas como muestran estos estos reducidos ejemplos:

“MÁS VALE PÁJARO EN MANO QUE CIENTO VOLANDO”. Es mejor ser realista que incierto soñador.

“ALLÍ DONDE FUERES HAZ LO QUE VIERES”. Refrán muy útil para el viajero y trashumante.

“CADA MOCHUELO A SU OLIVO”. Ahora que es tiempo de tertulia y trasnochos, al amor de la lumbre, no viene mal esta sugerencia para que cada cual se vaya a su casa y cada cual se ocupe de lo que le es propio.

“DOS QUE DUERMEN EN EL MISMO COLCHÓN, SE VUELVEN DE LA MISMA CONDICIÓN”. Intereses y conveniencias que los esposos suelen tener.

“AGUA QUE NO HAS DE BEBER, DÉJALA CORRER”. Lo que nos incumbe poco debemos dejarlo pasar y desentendernos.

“DEL DICHO AL HECHO HAY UN TRECHO”. Expresa la diferencia que existe entre hablar y actuar.

“DEL DECIR AL OBRAR, MIL PASOS HAY QUE DAR”.

“DEL PENSAR AL HACER HAY CIEN LEGUAS QUE CORRER”.

“PANZA LLENA Y CORAZÓN CONTENTO, QUE TODO LO DEMÁS ES CUENTO”. La felicidad para las gentes sabias sólo consiste en poder comer y en tener el ánimo sosegado.

 “NO HAY MAYOR DESPRECIO QUE NO HACER APRECIO.” Tratar de ignorar la existencia de algo o de alguien para causar un gran daño.

Los estudiosos del tema solemos quejarnos del lastimoso uso que de la lengua española hacen los jóvenes, palabras rodeadas de innumerables anglicismos y comodines que parece que no piensan más que lo que dicen. Sin embargo, en el lenguaje y dichos de nuestros pueblos hay pensamientos detrás que deben seguir prevaleciendo por siglos y eso significaría que nuestras queridas gentes y pueblos están latiendo. 
La Medusa tiene la esperanza de que los habitantes de nuestras villas, aldeas, pueblos y ciudades van a seguir usando el ritmo y la sonoridad de estos aforismos para cualquier fin que les apetezca. Así ha venido ocurriendo, y así ocurrirá. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado. Vale.


La gallinita ciega, Francisco de Goya y Lucientes

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

lunes, 22 de octubre de 2018 in

Vernáculos







“Si me niegas mi pan,
me echaré al monte:
Donde el tomillo aromas 
de libertad responde.

Me echaré al monte,
sí a mis pasos negares
su hondura de hombre.
Y si me esconde
la luz de la mañana
para escribir mi nombre”. (Antonio López Baeza: Luz en el tiempo; Rebeldía)

Vernáculos

Siempre me enseñaron, y aprendí, que los nombres de andar por casa, debemos llamarlos vernáculos. Salen de las profundidades de nuestra alma doméstica, más que de la ilustrada, de manera espontánea. A veces, vuelan como pájaros por el tiempo. Hay vernáculos todavía vigentes, aunque hayan pasado cuatro mil años, como el del tableteo mesopotámico, cuando debemos decir crotoreo, referido a las cigüeñas. Ese abismo que percibimos entre el resto de las especies y nosotros está unido, como por un puente de cuerda, por estas palabras.

Vuelvo a casa. Siento, ya entre mis pies, el sonido de la hojarasca, sombra de los árboles cuando ya no son nada, las naranjas caídas. Esa suerte de salvaje felicidad, como de fiesta, que encuentro en el jardín cuando regreso. Me deja mudo el silencio, el olor de la tierra, las lumbraradas en los hogares campesinos, también en el mío, y el tostado paisaje donde guardé en el aire tantos nombres: bisbita, tarabilla, andarríos, gallo, besugo, cazón.


¿Y qué me dicen, lo aprendí en estas tierras murcianas desde las que escribo, de la maresía; ese olor a mar y del petricor ese olor a lluvia en tierra? La maresía está hecha de agua y de sales marinas, y flota como una calima, posándose también sobre las cosas hasta dejarlas herrumbrosas, rojas como esa estrella de mar posada en Las Encañizadas. A la maresía, por el entremares, se le echa la culpa de casi todo lo que se estropea en la costa, ya sea el barco, el coche, la lavadora o la cerradura de la casa, como si tampoco viviendo a la orilla del mar la felicidad pudiera ser completa. También al olor de las algas sobre la arena, se le llama maresía. Es más que un olor, un misterio, a la manera en la que Einstein lo definía: “El misterio es lo más hermoso que nos es dado sentir” porque la maresía, ese embrujo de vernáculo, tiene algo que me recuerda de dónde venimos, y adónde vamos: a oler el mar, y más ahora, en otoño. Vale.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

lunes, 15 de octubre de 2018 in

Otoño




Otoño

Sin esa estrella,
        no sería esta noche.



Es octubre, ese octubre de ciclón evolucionado a borrasca profunda, ese octubre que, en mi tierra, en La Rioja, suena a fresco, a tierra mojada, a lumbre de ramas verdes con savia que espuma y ahúma.

Es otoño, y éste acaba de asomar las orejas, desnudar sus velos con firmas de hojas y abrir los olores con marcas de ocre. Es el mes para espolear las actividades del campo, para tirar abonos, limpiar semillas y de asegurar barbechos... 

Octubre trae la vida a la actividad del estío. Ahora los caballos, los pocos que quedan, desgastan menos los suelos porque los caminos tienen más arcilla que polvo; los perros caminan más y se cansan menos y hasta ya tintinean las campanillas de los podencos. Silban las cogujadas, el rechinar de los trigueros- pasa desapercibidos, no son más que un simple acompañamiento. Tan sólo la áspera estridencia de los saltamontes, la dulce y tenaz melopea de los últimos grillos, en el otro extremo de la escala sonora, destacan contra los estruendos lejanos de los ciervos.

Y es que ya asoma la tarde otoñal, la media tarde, cuando los machos en celo todavía se refugian en la espesura, en las laderas de los montes que flanquean los hoyos de Sierra Cebollera, en medio de esa llanura, que deja de estar reseca, por la que a en esas horas sólo pastan las hembras agrupadas. Ya es otoño y los bramidos resuenan a lo lejos, estirados, desflecados por la distancia.

Y al crepúsculo, hacia el oeste, el cielo se ilumina al tiempo que el paisaje se apaga. Los árboles no son más que siluetas recortadas, las laderas de monte un telón negro. No se ve nada, pero desde esa oscuridad emergen con más fuerza si cabe los bramidos de los machos. Cuando la voz no es suficiente la disputa se resuelve a testarazos. Y por encima, muy lejos, los ululatos de los cárabos en paso y los gañidos de alarma de un búho real, asustado por quién sabe la causa.

Cambian por completo las tornas al amanecer y la atmósfera comienza a templarse. Y comienza a oírse algún cacareo y el zumbido potente de la estela que los leonados, esas grandes aves, dejan en el aire. Pero enseguida todo se convierte en un griterío: cacarean los buitres, chillan con estrépito los buitres negros, mugen todos ellos. Y con el silbido dulce de una totovía en vuelo, el más tenaz de los pájaros del monte, por encima de los bramidos lejanos de los ciervos y abajo, en la Villa, todo huele a vida, a frescor, a fandangos y desfangados. A fangos y desburbados, a viña de mil colores, a cepa tristona y retorcidamente ensortijada, a pámpano evolucionado a sarmiento, a corquete afilado y peligroso, a racimo desnudo, a lagar entufado, a prensa remostada y a cuba de madera de cerezo... 

Abre bien los brazos al otoño. Nunca defrauda. Palabra. Vale.
 


.
Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

lunes, 8 de octubre de 2018 in

A una reja derribada






A una reja derribada

Cuántos recuerdos y cuánta historia parecen tener esa posada, ya echada abajo, y la reja de esa ventana por donde pasaron tantas cosas lejanas que aún viven y vivirán para llenar la melancolía. Al menos nos quedan los recuerdos, aunque duelan, en la inmensa nostalgia por los tiempos idos. Todo es ya un rictus que llena de escombros la mirada y cuando vengan las primeras lluvias del otoño dejará en el aire un rumor de musgo y líquenes que, lentamente, se irán incrustando en el derrumbe de sus paredes y tejados y un lento olvido comenzará a morar en todas las viejas estancias.

¡Por favor, degustad humildemente este poema y hacedlo desde su primer verso hasta su nostálgico cierre! ¡Pestañead y leedlo, sí leedlo, como notas de un pasado, sí, de nuestro pasado que hace resonar al cielo y mojarse con tan solo una gota!

Abrir y cerrar los ojos,
abrir y cerrar recuerdos...,
nostalgia de lo que fuiste
y, aun así,
 seguirás siendo.

Te recuerdo,
como barrotes
de hospedaje derruido,
todo ausencia
y dolor del alma,
nostalgia de otros tiempos
que todo lo va arrastrando.

¡Ay!

Subsistes en mi recuerdo,
añoranza apresurada
con pasión de mi tristeza
de esos momentos amables
que la vida te ofreció.

¡Ay!

Fuiste ventana mágica
donde afloraba el amor
que besa la luna,
allá en la desierta calleja moruna,
soñando venturas,
testigo de tu trajín
que encierra misterios,
murmullos de besos,
palabra de amores,
promesas de citas
y encantos sin fin.

¡Ay!

Hoy me siento abandonado,
como tú,
ante tanto paso y tanto tiempo.
Ventana aun sin brillo,
todavía deslumbras,
rumor de suspiros,
hasta oxidada.

¡Ay!

Recuerdos, historias
detrás de esa reja
que fue desde siempre
miro con nostalgia
la vida pasar,
pasan los minutos, los días, los meses
y guardas silencio,
años que esperar.

¡Ay!

Fuiste,
no sé dónde paras,
esa obra maestra,
de hidalgos señores,
sirviendo como cancela
para espantar a la chusma,
cobijo de vagabundos,
silencio de los amantes
y de hambrientos mercaderes,
y hasta de niños errantes
juntándose a los tratantes.

¡Ay!

Y hoy, siendo barrote,
has quedado de sostén,
rumor de suspiros,
brillar de miradas
de muerte, de lluvia
y hasta del mañana.

¡Ay!


PRJP. N.º 17. Desde mi retiro del Mar Menor el día que me enteré de que habían derribado La Posada de mi pueblo; Grávalos. Septiembre de 2018.



Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

Con la tecnología de Blogger.

Seguidores