Las letras del ayer con el abuelo
Las letras del ayer con el abuelo
“Las letras son siempre producto de
zapadas, de improvisaciones. Lo que importa es el ritmo. Cuando al final
escucho a la letra que quedó armada digo: La puta madre, sin darme cuenta conté
toda una historia”. (Luca Prodan)
Hoy, como si fuese ayer, me
gustaría volver a la vieja casa del Cantón, echar un rato, a poder ser un rato
de la tarde o una tarde entera y recordar aquel vocabulario luminoso de mi
pueblo rural que mi abuelo Arcadio me enseñaba y compartir, aunque sea con la
soledad de la casa, esa vida que se va deshilando ignorada y perdida por el
abandono.
Me gustaría volver a ver arder
las bardas o esas grandes y pesadas gavillas de sarmientos y oler el aroma de
la támara perfumando las negras llares que colgaban de la pared en esa oscura,
lúgubre, renegrida, humilde y cálida cocina encendida mientras la nieve caía
sin prudencia fuera para tapar la historia de su tierra, al tiempo que la tía,
la culta Teresa, esa mujer flaca y espigada, vestida y vivida de gris, marrón y negro me
leía romances castellanos antiguos, mientras azuzaba el hogaril en el instante
que las urguras silbaban retando a los fantasmas y el abuelo, somnoliento,
cabeceaba sentado en esa silla baja junto al rincón.
Hoy, como si fuese ayer, me
gustaría que el espigado y fibroso abuelo, ese castellano alto, seco y austero
me sentara sobre sus rodillas y fuese capaz de alegrarme para que no me
recreara en la tristeza. Fue él, a pesar de hablar muy poco, el que me enseñó a
enamorarme de los paisajes castellanos de caza, páramos, dehesas, montes,
huertos, abejeras y sierras y, también, de los refranes. Dicen fue socarrón y
distante. No es cierto. Era culto, vividor de rentas agrícolas, con memoria, respetuoso cazador y lector
empedernido, como si quisiera mezclar en la lectura su mirada en las sombras
amadas de los suyos. Me gustaría volver a sentarme en sus rodillas junto a la
cocina encendida para que, como cuando era niño, me iluminase con una luz
cegadora de las lecturas clásicas. Y hete aquí que hoy lo he conseguido. Cosa
que agradezco al abuelo y al Arcipreste de Hita. Vale.
LO QUE PUEDE EL DINERO
Hace mucho el dinero, mucho se le ha de
amar;
Al torpe hace discreto, hombre de respetar,
hace correr al cojo al mudo le hace hablar;
el que no tiene manos bien lo quiere tomar.
También al hombre necio y rudo labrador
dineros le convierten en hidalgo doctor;
Cuanto más rico es uno, más grande es su
valor,
quien no tiene dinero no es de sí señor.
Y si tienes dinero tendrás consolación,
placeres y alegrías y del Papa ración,
comprarás Paraíso, ganarás la salvación:
donde hay mucho dinero hay mucha bendición.
El crea los priores, los obispos, los
abades,
arzobispos, doctores, patriarcas, potestades
a los clérigos necios da muchas dignidades,
de verdad hace mentiras, de mentiras hace
verdades.
El hace muchos clérigos y mucho ordenados,
muchos monjes y monjas, religiosos
sagrados,
el dinero les da por bien examinados,
a los pobres les dicen que no son
ilustrados.
Yo he visto a muchos curas en sus
predicaciones,
despreciar el dinero, también sus
tentaciones,
pero, al fin, por dinero otorgan los
perdones,
absuelven los ayunos y ofrecen oraciones.
Dicen frailes y clérigos que aman a Dios
servir,
más si huelen que el rico está para morir,
y oyen que su dinero empieza a retiñir,
por quién ha de cogerlo empiezan a reñir.
En resumen lo digo, entiéndelo mejor,
el dinero es del mundo el gran agitador,
hace señor al siervo y siervo hace al
señor,
toda cosa del siglo se hace por su amor.
Texto
y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©