FELICES PASCUAS, MARIA
FELICES PASCUAS, MARIA
Como
“esta noche es Nochebuena y mañana Navidad” hoy vengo de prestado, prefiero que
la canten otros. Préstamo feliz de un amigo, de un poeta reconocido y leído:
Víctor Manuel Arbeloa, (Mañeru, Navarra, 1936), es un poeta sobresaliente del
villancico, por el caudal y calidad de su producción y por el quiebro y
originalidad que da al género. Maneja certeramente los ritmos y sonsonetes del
villancico clásico que siempre acude con su palabra jovial y candente para
abrir el portal a los aires y los problemas de su tiempo. Sus villancicos no son una chata lección
moral o un bronco alegato. No, todo lo contrario. Sus versos, nuestros versos,
son versos ágiles, espontáneos que arrastran, sin esfuerzo aparente, esos
materiales de más peso y consistencia.
Y es aquí, aquí tienen sus versos que ya fluyen, acercándose a
mi memoria:
Felices Pascuas, José,
que ya es luz de medio día
tu media noche de fe.
Felices Pascuas, pastores,
que pobreza y alegría
no necesitan señores.
Felices Pascuas, pequeño,
que toda la angelería
está velando tu sueño.
Felices Pascuas a todos,
que aunque la noche está fría,
hombre es de Dios de todos modos.
Felices Pascuas María…
Lean y regocíjense con éste de los días previos a la Navidad,
cual es el Romance de la expectación al parto:
Por un caminito recto
la Virgen redonda viene
pálida como una nube
copiosa como una fuente
el manantial en el cielo
y el remolino en el vientre.
San José con el ronzal
guía gallardos corceles
mientras reza Aves-Marías
porque el parto sea breve
y María esté tranquila
y el establo esté caliente…
Y gocen con el que se mueve en la mejor tradición del poemilla
popular recreado por los clásicos y que hasta está presente AL ALBA:
Al alba venid, buen amigo…
Al alba venid,
al alba.
Mi niño, a quien yo quería,
venid al alba del día.
Mi niño a quien yo esperaba,
venid a la luz del alba.
Venid a la luz del día
de vuestra madre María.
Venid a la luz del alba,
pues sois Vos el que nos salva.
Al alba venid,
al alba.
Y termino, sirviéndome como preámbulo, con esa bendición popular
que nuestros mayores, -¡ay nuestros mayores! - nos enseñaron y hasta obligaron
a recitar cada vez que nos sentábamos a la mesa para comer:
“Aquel Niño bendito
que nació en Belén
nos bendiga la mesa
y a nosotros también. Amén”.
Niño de Belén,
Bendice nuestra cena.
Danos una risa
de luna llena.
Una alegría
serena.
Y una difícil
pena
por los que no tienen
cena.
Virgen de Belén,
Enhorabuena…
Y ¡Aleluya, vayamos todos a Belén!
Vamos a Belén,
que en Jerusalén
hay aires de guerra,
de muerte también.
En Belén la fiesta
se apagó de miedo.
Campo de pastores,
¿por qué el gozo es duelo?
Vamos a Belén…
Pero, ¿adónde ir
si en el mundo entero
anuncian la paz
ángeles guerreros?
Vamos a Belén,
que en Jerusalén
hay aires de guerra,
de muerte también.
Textos
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