Los Guardaviñas
Los Guardaviñas
Hoy los viajeros han estado andariegos, por sendas de arrieros, las mismas sendas que, desde el Ebro, los agricultores-arrieros-comerciantes transitaban hacia el mar Cantábrico transportando vino para traerse pescado envuelto en sal muera.
El camino, cobijado y arropado por los montes de Peña Cerrada, en fría, nebulosa y calamocana mañana ha sido bellamente montañoso, con laderas suaves que descienden hasta la ribera del rio Ebro, puentes romanos del siglo II, ermitas románicas del XII, dólmenes funerarios prehistóricos, necrópolis de las llamadas “de repoblación” de aldeas desaparecidas, eremitorios, lagares rupestres, menhires prehistóricos y misteriosas ruinas de ermitas e iglesias y al final los guardaviñas o chozos. Mañana perfecta y jornada fantástica, de carácter sencillo entre viñedos.
San Vicente de la Sonsierra
Hoy el objetivo no era otro que visitar el románico riojano de La Sonsierra, así lo hicimos. Únicamente nos detuvimos en San Vicente de La Sonsierra, fue suficiente, dejando para otro día Ábalos y su ermita de San Felices, para contemplar Santa María de La Piscina, la ermita de la Vera Cruz y la de La Nava. Tres templos que, todavía no están desmoronados y son capaces de realzar una zona de preciosos paisajes, originales viñedos, naturaleza y, sobre todo, mucha historia.
En nuestro recorrido lo que verdaderamente nos ha cautivado, es por lo que hoy escribo de ellos, mezclados entre los restos neolíticos o, incluso, entre las reminiscencias románicas, han sido los guardaviñas, construcciones que sirvieron tradicionalmente para cobijar a los viñadores e incluso de segundo hogar mientras durasen las tareas agrícolas tan arduas como la cava, poda y vendimia, vigilar los viñedos y como refugio de los agricultores ante las inclemencias del tiempo.
En estos chozos lo que los viajeros han podido observar ha sido su construcción de una sola planta, su forma circular y con una falsa cúpula como remate y cierre que delatan la lejanía de sus orígenes en su falsa cúpula y en su aspecto que los asemeja a un gran iglú de piedra como si emergiesen desde lo finales del siglo XIX.
Un lugareño, con trazas de penitente disciplinante de la Cofradía de la Santa Veracruz, llega a decir a los viajeros que, de los guardaviñas, existen noticias documentadas en el siglo XVI y registrados con el nombre de cabañas, sin embargo, su estructura con falsa cúpula cubriendo el pequeño edificio de planta circular o cuadrada, hace pensar a los viajeros en un origen antiquísimo.
Un lugareño, con trazas de penitente disciplinante de la Cofradía de la Santa Veracruz, llega a decir a los viajeros que, de los guardaviñas, existen noticias documentadas en el siglo XVI y registrados con el nombre de cabañas, sin embargo, su estructura con falsa cúpula cubriendo el pequeño edificio de planta circular o cuadrada, hace pensar a los viajeros en un origen antiquísimo.
Los viajeros han visto su gran variedad y tipo en su construcción: de planta circular, con chimenea adosada y sin ella, de falsa cúpula como remate y cierre, de una y hasta de dos plantas, permitiendo utilizar la superior como dormitorio. Existen algunos con fogón y en el exterior, como si fuese un área de descanso tienen adosados unos bancos de piedra. Los hay con chimenea y sin ella, con ventanas, que más parecen saeteras, en alguno se erigen contrafuertes para reforzar la estructura del edificio. Aunque la mayoría son de planta circular, ésta desaparece para dar paso a los de planta cuadrangular o rectangular, que abundan en la parte oriental de la Sonsierra. Muchos se realizaron en mampostería, y pocos en sillarejo y sillería, en muchos de ellos el uso del sillar se redujo a la puerta, los esquinazos y los contrafuertes.
La mayoría están construidos prácticamente en seco, es decir, con piedras colocadas con escasísimo aporte de argamasa. Para levantarlos, se partía de un zócalo muy resistente en el que se iban colocando hileras de piedras casi siempre planas que a la vez que iban ganando en altura se iban cerrando poco a poco en círculo, a través de diámetros sucesivamente más pequeños hasta conseguir que un solo sillar culminase estas construcciones únicas y exclusivas del mundo de la viticultura riojana que asientan sus raíces en la segunda parte del pasado siglo.
Al término del recorrido los viajeros, curiosa o necesariamente, se explican por qué todos están localizados en la geografía del vino, esa geografía que hoy hemos recorrido y que ha abarcado desde el puente romano de Mantible hasta Ábalos y detenerse en San Vicente de la Sonsierra.
Por hoy nuestra ruta ha terminado y, decididos, salimos de San Vicente de la Sonsierra por el camino que lleva al Calvario, que no es otro que la ruta de Los Picaos, con buenas vistas panorámicas. Antes de llegar al sepulcro, esto no es la descripción del Vía Crucis, simplemente es que no hallamos en el pueblo de “Los Picaos”, a la altura de un árbol, cogemos una senda a la izquierda que nos deposita en la rotonda de la N-232 para dirigirnos marcando el curso del río hacia el mesón en el que, con un sabor especial, saborearemos un delicioso patorrillo que lo degustamos junto con algún rico caldo de esta tierra. De esto y de su receta, la Medusa Paca ya les contará mañana.
Fotografías y texto de La Medusa Paca. Copyright ©
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