EN TIEMPO DE VENDIMIA: SOLOMILLO BRASEADO
La Medusa Paca les coloca hoy lo que les contó días anteriores en tres etapas para que puedan tenerlo completo y les comunica que no se opone, siempre que citen su procedencia, a que hagan uso de los textos y fotografías.
EN TIEMPO DE VENDIMIA: SOLOMILLO BRASEADO
Uvas en un comportillo. Foto de Camberos
Octubre en el eje del Ebro. Huele a otoño y aparecen las primeras tonalidades ocres en la variada vegetación que cubre las suaves llanuras a uno y otro lado del río. Son las nueve de la mañana de un día soleado, de cielo azul. El viajero observa una inusitada actividad en los pueblos riojanos, otrora sosegados, que jalonan esta área geográfica. Es época de vendimia. Las cepas muestran orondas su sugerente carga. Es el momento de recoger un fruto que, desde hace siglos, ocupa un lugar relevante en nuestra cultura gastronómica, y urge hacerlo antes de que aparezcan las primeras lluvias del mes.
No obstante, muchos aspectos de esta interesante labor agrícola están evolucionando y los más mayores no pueden evitar una cierta añoranza al recodar otros tiempos. Echan de menos, entre algunas cosas, los madrugones colectivos. "Antes se madrugaba más y salía todo el pueblo a un tiempo, cuando oíamos al alguacil avisar la genérala. Nos quedábamos allí a comer y había gente por todas partes. En las cuadrillas eran habituales las canciones pero hoy, como no sean de gente más mayor, a pocas se ven cantar", recuerda al viajero uno de los viticultores más veteranos.
Los más nostálgicos, también el viajero, no renunciaron a llevarse a la viña la vieja manta a cuadros, las parrillas, una gavilla de sarmientos y las cazuelas con los guisos, rechazando conscientemente la oportunidad que dan los actuales medios de transporte de ir a casa a comer y volver rápidamente al campo, una alternativa quizás más cómoda pero desde luego mucho menos romántica.
El viajero, juntamente con la cuadrilla, hizo una breve parada para el almuerzo y más tarde una pausa algo mayor para la comida. Oveja o cordero asados a la parrilla, patatas con carne, bacalao, callos, bonito, y postres de temporada como nueces, higos y uvas, robadas a las cepas, fueron algunas de las viandas más habituales de aquella jornada.
El regreso a casa al atardecer no fue menos celebrado. Alrededor de las tolvas de bodegas donde se van a descargar los racimos se reunieron los vendimiadores una vez caída la noche y, ante el hipnotizador ritmo del sinfín tragándose las uvas, de nuevo surgieron las picardías y los comentarios sobre las incidencias de la jornada.
Era todo un espectáculo el observar los remolques llenos a rebosar de negros racimos, mientras uno reprimía el deseo, quizás instintivo, de hundir manos y pies en los montones de uva, siendo un buen momento para probar el mosto de la cosecha.
Hacer vino era todo un capricho. Muchas familias reservan parte de lo recolectado para elaborar sus propios caldos, unos por costumbre, otros por el deseo de ser también "creadores" de un elemento indispensable de nuestra cultura gastronómica.
Ya no se trata de hacer vino de cualquier modo porque se va a consumir en casa, sino de hacerlo lo mejor posible para comparar con el vecino y si se puede, superarlo en calidad. Los mayores siguen por tradición. Los más jóvenes también, pero aseguran que, además, es un capricho. "Se hace por el capricho de subir a la bodega con los amigos a merendar y echar un trago de la cuba, por discutir cuál es el mejor, si el tuyo o el de los otros".
Faena en la prensa. Foto archivo Bodegas Franco Españolas, hoy Marcos Eguizabal.
En estas estaba el vendimiador hablando del alma del vino cuajada en el carácter próximo y evocador que tiene en nosotros, cuando nos decidimos a preparar, allí en la bodega, unos solomillos braseados al vino de Rioja y tomillo y, pensando en los ingredientes para los pensantes comensales, optamos por un centro de solomillo de 800 g .y 150 g. de tocino de jamón, curado al aire cierzo del Ebro; 250 Cl. de vino, de Rioja, por supuesto, de uva tempranillo de la cosecha anterior; 500 Cl. de jugo de carne cocida con ramitas de tomillo; dos diente de ajo; sal, pimienta y un poco de manteca de cerdo.
Con las manos en los ingredientes: mechamos el solomillo con el tocino, lo untamos con la manteca, salpimentamos y lo frotamos con ajo; colocamos el solomillo en una sartén a fuego vivo durante tres minutos y para terminarlo otros cinco minutos a horno fuerte de panadero; desglasamos los jugos con el vino tempranillo y lo redujimos con el jugo de carne: lo cortamos en filetes napándolo con la salsa, lo servimos y a…comer.
A los comensales nos pareció estar en un mesón o posada de antaño difícil de describir.
Al final de todo todavía nos dio tiempo de pensar en los terapeutas empeñados en ofrecer recetas para los males del hombre contemporáneo.
Se retiró el viajero vendimiador pensando cómo viviremos el próximo siglo, ya nuestro. En qué consistirá el tener acceso a lo íntegro, a lo auténtico, a lo que parece hecho a nuestra medida. Puede que el alma del vino signifique eso. Fue bueno recordarlo en la Rioja, en una bodega al olor de un solomillo braseado al vino de Rioja en tiempo de vendimia.
¡Va por ustedes!
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