Sosiego
Sosiego
Llevo unas cuantas noches soñando con lo que me
encontraré cuando abra mi casa en la aldea del verano, esa que ahora está corta
de vecindario. No hago otra cosa que fantasear qué especies se habrán instalado en
mi ausencia, además del frío: acaso ese animal del invierno, esa humedad gratificante
del verano o ese salitre aliviador, que no curador, de reumas. Aunque ya sé que
este animalito que he idealizado en estos días no es vecino de estos lugares, sueño que, cuando me acerque, pueda encontrarme con ese soñado lirón careto durmiendo en la
despensa y, como la hibernación es un estado tan profundo, me ilusiono con que
el dormilón no se despierte al ponerlo en la palma de mi mano y sí lo haga al
darle el sol en el antifaz que le habilite abrir los ojos con esa mirada que
traen los que vienen de ver esas cosas luminosas que hay en las profundidades
del mar oscuro, que es el sueño. Ya sé que los lirones, y más ahora cuando la
nieve es mantita de abrigo armiño, suelen dormir entre las hojas de las hayas de esos paisajes
cargados de tonos marrones, verdes y ocres, donde él allí descansa, aúlla el
lobo, se posa el búho y medita confusa, la pequeña enamorada. También yo, con
la nieve en las alturas de mi Rioja, donde mejor me encuentro es entre los libros,
con su hojarasca de palabras. El cuartito general de mi biblioteca tiene para
mí la paz de un hayedo. Esa paz que sólo hallo en ese mi refugio jalonado por
ese añoso peral plantado en medio de esa escalera carcomida por los hielos. Es
mi deseo que la paz de ese lirón que respira sin saber cómo es el invierno sea
mi sosiego. Vale.
Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©
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