Luna de Invierno, luna blanca, para echar en la cama cobertor y manta
Luna de Invierno, luna
blanca, para echar en la cama cobertor y manta
“En las frías noches de diciembre, si ves lucir la luna
blanca, echa en la cama cobertor y manta”. (Refrán popular)
“En la lluvia que cae muere el otoño.
Diciembre se ha cansado
de sostener cadáveres de hojas.
El viento ha esparcido
los espíritus tenues
que habitaban la fruta”. (Alejandro Céspedes)
Es tiempo de lumbre de
encina, de roble, de haya, de almendro o de olivo. Siempre, como decía mi
padre, de árbol con fruto de hueso. Leña dura, centenaria. La de mejor brasa,
la que más calienta, la de las brasas ardorosas servidoras del brasero. La que
invita a la lectura, aunque sea releyendo el Quijote.
Y, al amor de la lumbre,
cuando los primeros copos de nieve invitan a la lectura, me he acordado de Cervantes, recordando por dónde
transcurre su obra y digo que, aun transcurriendo por bosques de pinos, en toda
la novela se nombran los pinares y sí la encina, hasta veinte veces, juntamente
a sus bellotas, también nombradas otras tantas al ser alimento común de don
Quijote y Sancho.
Siempre recuerdo el prólogo
con esos encantadores adjetivos: avellanado, antojadizo, poltrón y esa manera
de darse cuenta de que, en cada uno, las mismas palabras serán distintas:
“Procurad también que leyendo vuestra historia el melancólico se mueva a risa,
el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la
invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla”.
Lo cantaron las Greguerías
de Ramón Gómez de la Serna: “El aullido es el más negro
de los gritos del paisaje”. Noche cerrada de invierno, fría y
silenciosa. Noche de luna llena, luna de invierno y allí, en el cielo, la luna
con su arco subraya la inmovilidad de la noche y abajo, entre sombras y luces
plateadas, las cosas son distintas y la luna es una, siempre la misma; pero los
sonidos de la oscuridad corresponden a noches distintas ya que, muy de vez en
cuando, muy lejos, ladra un zorro.
Os dejo lo de este mes al relente de la luna de
invierno y al chispear de los leños de una encina. Es domingo y se me
presenta en la balsa del camino viejo de
Molares una hembra de azulón y un espino majuelo, de los que le gustaban a
Proust, profusamente florecido y, mientras tanto, varios
graznidos ásperos y arrastrados desgarran la noche.
Y con esto y al calor de la
lumbre: “Dios te dé salud, y a mí no me olvide. Vale”
“Por el día
sale el sol
y por la noche la luna
y entre las dos gira y flota
la rueda de mi fortuna”. (Copla)
y por la noche la luna
y entre las dos gira y flota
la rueda de mi fortuna”. (Copla)
Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©
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