El preludio de la nieve
El preludio de la nieve
Se me había oolvidado y es que en la ribera del
Mediterráneo no suelen suceder estos fenómenos, ocurren otros, estos no. La
tengo grabada en mi memoria, cayó la semana pasada en esa otra rivera más
lejana de ese río llamado Iregua y afluente del
grandioso y espectacular Ebro. Fue una cencellada blanca sobre sus
riberas. Se me mostró el paisaje como esa casa abandonada, que en vez de
telarañas ennegrecidas por el paso del tiempo, era todo un adorno de niebla
y hielo. Era la cencella, que no la escarcha, rocío congelado
festoneando las hojas caídas y secas. Era esa niebla, sueño del agua, envolviendo
como una gasa todo lo que toca para dejar hielo blanco sobre la vegetación y
las cosas, igual que la sal en la rama que Stendhal dejara en la mina de
Salzburgo para explicar qué es el amor, esa misteriosa cristalización.
Es como si, bajo el sol rondando en las alturas, sin
una sola nube, pareciera nevar desde la niebla, dejando su aliento congelado en
forma de agujas algodonadas, banderas y plumas que se posan. Ligerísimas porque
es hielo blanco lleno de aire atrapado. Con la cencellada, todo en la ribera es
de cristal. Entre la niebla, los chopos parecen ángeles con sus plumas blancas
de hielo. Vale.
Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©
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