Febrero, el mes corto
Febrero, el mes corto
Si el invierno viene retrasado, en febrero puede llegar una ola de aire fría y origen ártico con intensas heladas y nevadas.
En los días ’soleados de Febrero’ se hace la poda del olivo, por Andalucía Extremadura y La Mancha comienzan a florecer los almendros. Pero “La flor de febrero no va al frutero”.
Dicen que “Por San Valentín el frío anuncia su fin”, para esas fechas cuentan que las aves que comienzan a llegar en bandadas empiezan a aparearse; es por ello por lo que se cita a San Valentín como el día de los enamorados.
Delibes en “Diario de un cazador” nos los describe de la siguiente manera.
“Al quedarnos callados se oía la vida en cinco kilómetros a la redonda. De repente me pareció que alguien zurcía el aire con un junco, miré hacia arriba y vi un bando bueno, de lo menos trece.
Venían formados como para un desfile, pero entraron tan largos que no hice ni intención (...). Cruzaron otros diez patos y como si nada”.
Es tiempo completamente perdido el que se emplee en pedir a Febrero explicaciones acerca de su nombre. Nadie ignora que es un mes “muy corto”-veintiocho días, que, en los años bisiestos, se alargan hasta veintinueve-y hay que respetar su cortedad y hablar por él.
Cuando llegaba a término el año, los romanos experimentaban la necesidad de limpiarse de las culpas y pecados cometidos en meses anteriores, y para ello celebraban fiestas purificativas y sacrificios expiatorios en los montes Palatino y Quirino. El primero servía de escenario a las Lupercales, homenaje a Luperco, dios de los pastores, protector de los rebaños contra los asaltos del lobo y amparador de la fecundidad de la tierra. De los ganados y de la raza humana. El monte Quirinal era marco de la gran fiesta Quirinalia, en honor de Quirino, pastor algo guerrero y amigo de la juventud. Las fiestas de purificación y expiación, en la gruta Lupercal - abierta en una ladera del Palatino - se verificaban el día 15 del mes. La Quirinalia era dos días después.
La ceremonia en los Lupercales era un simbolismo. El dios y sus sacerdotes se mostraban ataviados con pieles de cabra. Ante el ara de la gruta era sacrificado un macho cabrío, que se servía inmediatamente después en un banquete. Al finalizar la comida alzábanse dos mancebos de buena familia y de buena presencia. Los sacerdotes, con los cuchillos ensangrentados que emplearan en el sacrificio, rozaban la frente de los efebos y luego les enjugaban la sangre con un vellón de lana empapado en leche. Era deber inexcusable de los mozos mostrarse satisfechísimos y revelar alegría.
Finalmente, los comensales cortaban tiras de piel de cabra y con ellas azotaban blandamente a las mujeres que solicitaban ser flageladas. El simulacro de azotaina constituía una promesa de fecundidad.
Y, como postrera ceremonia del año, se representaba un drama simbólico: el Regifugium. El jefe del Estado comparecía y se cargaba con los pecados y culpas de todos, y en el acto huía velozmente, para tornar luego limpio y purificado de mancilla. Ahora bien, ese mes, que era el último del año, pasó a ocupar sitio inmediatamente después del de Enero, y como los sacrificios expiatorios y las purificaciones se llamaban y se llaman en latín Februa, aplicóse al mes en que se efectuaban el nombre de Februarius, que, traducido al español, quiere decir y dice: Febrero.
Grabados de la revista Blanco y Negro: Hemeroteca ABC. Textos y Fotografía La Medusa Paca. Copyright © .
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