Vespa Crabro
Vespa Crabro
Enclaustrado
entre ventanas mi actual y momentáneo sedentarismo, me condujo a observar al avispón.
Al sol de otoño. Al finalizar el día de ayer, lo curioseé en un membrillar
adornado con detalles amables y graciosos, aquí al lado, en el huerto de un
pariente, volando el avispón como un vencejo aunque posándose de vez en cuando en
el peral con tronco de pies añosos a pie de la escalera que nos eleva hasta la
casa, y buscando la hembra de esta gran avispa villametrense. Vespa crabro,
crabrón, para hacer el nido con pulpa de madera masticada y
empastada con su saliva, lo que produce una sustancia similar al papel, donde hibernar y buscar ese hueco de árbol o ese
altillo de habitación humana, o en esas estacas que delimitan los campos, ya
que en el poste de madera sigue viva, soñando que es un árbol.
Como si en vez
de miel se alimentara de chocolate veo al avispón bebiendo el agua del cielo
con su cabeza cuadrada, el cuerpo negro con dibujos amarillos, sus alas rojas y
sus antenas desplegadas como captando el barullo de la sociedad. Acude a las
manzanas majadas, a los granos de uva desnutridos-desgajados del racimo y a los
higos abiertos por los mirlos. A este avispón, Dios le puso una lupa encima. Lo
comprendí. Él como yo, estábamos disfrutando del paso de las horas, estas que se
hacen perceptibles en determinados lugares -en el campo, en las aldeas pequeñas
y humildes- desprovistos de evasiones y saturados de tedio macilento.
Cada año,
cuando llega noviembre, en su mitad, y al mismo tiempo que el avispón ya está
en letargo, aparece el vendedor de calendarios, esencialmente el del Taco
Calendario del Corazón de Jesús y el Zaragozano y yo me quedo esperándole, ya
que mi escritorio no lo concibo, sin calendario. Y salí zumbando con el
agua-nieve salpicando en las crestas.
Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©
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