El Icue y…cuando la victoria es sufrimiento
El Icue y…cuando la victoria es sufrimiento
Sí, sí querido Icue, todos
estamos contentos y hasta conformados aquí en las tertulias que acaban de
formarse en torno a tu figura y en tu plaza. Aquí estamos, sentados para
iniciar ese asiático calentito y oloroso con la tranquilidad que nos ha
proporcionado el partido loco, muy loco que nuestro Cartagena, a horas muy
tempraneras y desacostumbradas, dilucidó en Híspalis, tratando de superar ese
empate que se dio la temporada pasada, después de una primera parte
primorosamente jugada, en esa ciudad y campo, dejándonos a todos como muy
confusos.
Si la victoria del pasado
miércoles fue, en palabras de Luis G. Tevenet: “una victoria para relamernos ante el mejor equipo que ha pasado por
aquí hasta el momento y nos ha exigido al máximo”, la de esta mañana ha sido una victoria de primer
puesto, de campeón, de aguantar, sufrir y de impartir miedo y sustos a todos
los aficionados y no porque nuestro equipo se haya puesto la máscara en estos
días de Halloween, sino porque se ha presentado en la Ciudad Deportiva del
Sevilla con “ la cara lavada y recién peiná” preparando a estos jóvenes
filiales para el baile de una zambra que ha sido iniciada con un solo garabato
oportuno como si fuese una taurina revolera de las que suelen pintarse en los
alberos de esas tierras. Este Cartagena de nuestras entretelas
vive y deja vivir y juega sin mirar atrás. Arrojó sus caretas en las orillas
del Guadalquivir, para que este fuese testigo de esa sexta victoria liguera
aunque la haya conseguido no el mejor Cartagena, comandado por Limones,
Antoñito y Megías y sí por unos tipos de mucho cuidado cuando se complementan
con Fernando, verdugo también de un jovencísimo Sevilla que dio la cara con un
fútbol primoroso, bien trazado, entusiasta, aunque siempre un par de peldaños
por debajo en efectividad y no mereciendo perder, aunque si sirvió en este
banquete cartagenero.
El Icue ha comprobado que los de Tevenet plantan la temporada partido a
partido, batalla a batalla, con el rictus serio, coráceo, sin dar un pláceme a
la bonanza, al rosa o a la sonrisa fácil. Así que en el terreno, pura y verde alfombra,
de la Ciudad Deportiva del Sevilla los blanquinegros resbalaban, sin poder
sacar ese punto canalla que en otros partidos anteriores les hizo tan
peligrosos. Hoy hubo muy pocas contras cartageneristas y los centrocampistas no
acercaban balones con peligro de ser rematados por Fernando. La estructura blanquinegra se tambaleaba y el
FC Cartagena se dio cuenta de su empanada
y a punto estuvieron de darse cuenta de que podían pagarlo.
Pero hubo toque de corneta y los de Tevenet se pusieron a contrarrestar las constantes cargas de la caballería de los potrillos sevillanos. A todo o nada, como si le fuese la vida en ello, que le iba. Ahí entró en juego la maestría, la veteranía y comenzó a enredarles en su nerviosismo, fueron a todos los choques, pusieron la pierna, el Sevilla Atlético respondía, tropezaba y estaba a punto de liarla. El juego no se paraba y, mientras, el tiempo se les iba a los jóvenes sevillanos. Y llegó esa victoria de oficio, de angustia, de sufrimiento con un fútbol absolutamente práctico. Victoria sin brillo, pero con mucho oficio.
De nuevo los de Tevenet han estado en línea, en la línea de lo que el
conjunto blanquinegro nos ofreció en sus compromisos del último mes ya
concluido. De todo pudo pasar y de todo
pasó, pero -¡ya era hora!- apareció la suerte de los campeones ante el dominio
local, golpe visitante, control cartagenerista, reacción sevillista y faltó el
canto de un duro para que la remontada hacia el empate se consumase. No hubo
tal milagro gracias a esa pena máxima, cobrada sobre Mejías en el minuto 23 de
la primera parte, y que Fernando introdujo en la portería de
Rico y que sirvió para que, al final, los puntos subiesen al casillero
cartagenero. Era el partido que había
que ganar y, se ganó.
Finalizado el partido, tratando de expulsar de mi
interior la tensión acumulada recordé algunos aromas primordiales que
estructuraron el alma de mi niñez: el de
la caja de los gusanos de seda, el almidón del armario ropero, el polvillo en
suspensión del baúl en el que guardaba mis recuerdos mucho tiempo cerrado, el
de la alacena y la despensa con los sucesivos estratos entreverados de la
chacina, dulces y conservas, el de los lápices de Alpino, el de la goma de
borrar con sabor a coco, el de solución de pegamento para arreglar los
pinchazos de mi bicicleta. Entre todos aquellos aromas había uno que perfumaba
a los héroes: el olor al álbum de los cromos de futbolistas, que yo niño
barajaba, compartía y cambiaba con los amigos de la niñez. Ese aroma, el aroma
de mis héroes de mi FC Cartagena, como el sufrido partido de esta mañana,
quedará alojado en los umbrales sensoriales como un renuevo de mi memoria
deportiva hasta el final de la vida. Y es que esta mañana hubo de todo en
Sevilla, hasta olor a sudor de sufrimiento. ¡Ay, ay, ay!
Pedro-Roberto
J.P. desde un “Rincón para Doce”. Dies 11/3: ante diem tertium Nonas Novembres. Nº 305.
Texto La Medusa Paca. Fotos http://qapta.es/
y La Medusa Paca. Copyright ©
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