sábado, 8 de febrero de 2025 in

Las cigüeñas y San Blas

 



Debe uno confesar, soy de pueblo, que no me causado ninguna perplejidad constatar que las cigüeñas, a pesar de estar el día lluvioso y hasta nivoso, ya han tomado posesión de los campanarios de Castilla y de las torres de las iglesias de los pueblos no vaciados y, también, de los deshabitados. No han esperado a que pasaran unos días de San Blas como estaba establecido desde antiguo.

Febrero arrancó con la Candelaria, que es la fiesta de la luz en el corazón del invierno, y San Blas, el santo popular y milagrero, al que acompañan las airosas cigüeñas, que crotoran y danzan en su honor y a la pata coja en las torres de las espadañas y por las llanuras de esa Castilla que Miguel Delibes describió como seca, aburrida y monótona. Allí en Las Merindades de Castilla y en el instituto Castella Vétula desempeñé durante unos años mi docencia y mi función directiva. Y fue hablando con los lugareños cuando comencé a apreciarla como un lugar de pasado glorioso, desbordante de historia, convertido hoy en tierra de pueblos y ciudades tranquilas; un lugar donde vivir dos veces, donde saborear cada plan y disfrutar del placer de un buen paseo.

San Blas, obispo y mártir armenio, es especialista en los males de garganta, tan frecuentes en estos días de frío, en los que hacen su agosto los laboratorios y las farmacias con remedios para los resfriados. Cuenta la leyenda que iba San Blas, cuando la persecución de Diocleciano, camino del patíbulo, acompañado de una multitud. Entre el gentío se abrió paso una mujer que se le acercó con un hijo moribundo en brazos pidiéndole ayuda a gritos. Al niño se le había clavado una espina en la garganta. El santo le impuso las manos y el muchacho quedó curado. De ahí le viene a San Blas la fama de especialista en garganta, fama que se mantiene entre el pueblo a través de los siglos.

Los descreídos tachan de supersticiones las devociones populares. El pueblo lleva razón siempre, hasta cuando se equivoca. Confieso que San Blas no era santo de mi devoción, pero al enterarme que mi padre quiso ponerme por nombre Blas, al nacer dos días antes del santo, es por eso por lo que cambié de opinión y le tengo devoción. Vale.

 Las cigüeñas y San Blas

Se aposentó la cigüeña,

como un garabato blanco,

en la torre de mi iglesia

y comenzó a volar

en voladas elegantes

sobre los pueblos vaciados,

caseríos despoblados

y alquerías sin ganados.

 

PRJP. N.º. 20. En un día lluvioso y medio nivoso.

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


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