Noviembre es de estío la puerta del frío
Noviembre es de estío la puerta del frío
Hoy primero de noviembre viniendo de mi paseo habitual campestre me he encontrado con un descubrimiento singular…He asistido a un concierto de música curioso, precioso, novedoso y original…éramos mi agricultor y yo los únicos locos en el campo; el uno bregando y el otro escuchando a la triste naturaleza de noviembre bajo una suave pero tenaz lluvia…He oído correr y saltar el agua con la alegría de muchos arroyos y a mis oídos sonaba mágico, pues ni había tanta agua ni mucho menos un arroyo cantarín….Me costó un poco distinguir de dónde venía aquel trinar tronante.
Pero heme ahí que las humildes y gigantescas coles que tenía detrás hacían de cuenco y amplificador multiplicando el trayecto de las gotas que en ese receptáculo llegaban a sonar como verdaderos cursos de agua trazados en los nervios de las ciclópeas hojas. Así oía yo torrentes y arroyos por todas partes… ¡Música, sí señor, y alegría por estar loco y salir lloviendo a compartir la mañana con mi agricultor! Y es que escuchando escuchando, me doy cuenta de que la Naturaleza nos cuenta mucho más de lo que creemos.
Llueve poco, llueve tarde, fuera de las fechas habituales. Llueve en suelos y empedrados y en las plazas de piedra donde resuenan las campanas, la lluvia tiene voz propia, chapotea en las losas y escurre su hueco sonido por los canalones.
Pero llueve al fin. Según dónde caiga, el sonido de la lluvia tiene efectos contrarios sobre el paisaje sonoro. En los campos, en el campo, el aguacero hace callar todas las demás voces. Callan los arrendajos; callan los tenaces petirrojos; callan, en general, todas las aves forestales, con alguna salvedad: las cornejas, es decir los grajos, que en definición de Ramón Gómez de la Serna son una palabrota con alas, siempre van por libre.
Y fuera, en los campos, arrecia el temporal y el paisaje se empapa; las heredades, resecas y cuarteadas, se convierten en barrizales primero, se inundan después. Y el paisaje sonoro, silencioso en casi todas partes, se llena de gritos, trompeteos y gangueos. Las aves aman intensamente el agua.
Me gusta que la Naturaleza se manifieste. Me
gusta verla y me encanta percibirla y sentirla. Recuerdo que leyendo poesía
bucólica griega, hay pasajes en los que casi se ve cómo es ésa música de la
Naturaleza la que inspiró el surgimiento de las otras músicas, la de las
palabras o poesía, la de los trazos y colores en la pintura y, faltaría más, la
de los instrumentos. No en balde, la propia palabra música viene de las Musas.
Y las musas eran aquellos espíritus de la Naturaleza que inspiraban a los
poetas y artistas, como aquellas del monte Helicón que inspiraron a Hesíodo.
Era como la flauta de los bosques. No diré nada de cuántas veces me he quedado
escuchando a los ruiseñores, poetas de los sotos. Ni a los cárabos en las
noches, osando incluso imitarles para ver cómo me respondían.
“Abejaruco.
En tus árboles oscuros.
Noche de cielo balbuciente
y aire tartamudo.
En tus árboles oscuros.
Noche de cielo balbuciente
y aire tartamudo.
Tres borrachos eternizan
sus gestos de vino y luto.
Los astros de plomo giran
sobre un pie.
Abejaruco.
En tus árboles oscuros.
sus gestos de vino y luto.
Los astros de plomo giran
sobre un pie.
Abejaruco.
En tus árboles oscuros.
Dolor de sien oprimida
con guirnalda de minutos.
¿Y tu silencio? Los tres
borrachos cantan desnudos.
Pespunte de seda virgen
tu canción.
Abejaruco.
Uco uco uco uco.
Abejaruco”. (García Lorca)
con guirnalda de minutos.
¿Y tu silencio? Los tres
borrachos cantan desnudos.
Pespunte de seda virgen
tu canción.
Abejaruco.
Uco uco uco uco.
Abejaruco”. (García Lorca)
Texto
y fotos La Medusa Paca. Copyright ©
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