El lio de “en un lugar de la Mancha”
El lio de “en un lugar de la Mancha”
“Y ayudándole a levantar, tornó a subir
sobre Rocinante, que medio despaldado estaba; y hablando en la pasada aventura,
siguieron el camino del puerto Lápice, porque allí decía Don Quijote que no era
posible dejar de hallarse muchas y diversas aventuras, por ser lugar muy
pasajero”. (El Quijote, capitulo octavo)
Los viajeros antes de emprender
ese su viaje conmemorativo del 400 aniversario del nacimiento de Don Miguel de
Cervantes y Saavedra quieren dejar muy claro, desde el principio, que no
inician este viaje con la intención de averiguar ese lugar de la Mancha del que
él no quiso acordarse y lo hacemos así para no enmendarlo, si él lo omitió, su
razón tendría. Y así lo dejó escrito en
el capítulo 74 de la segunda parte: “Este fin tuvo el Ingenioso Hidalgo de la
Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que todas
las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y
tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero”.
Así que ya lo saben: a seguir contendiendo para ahijársele y tenerlo como suyo.
Nosotros, de momento, intentaremos pertrecharnos de todo lo que rodea este año cervantino,
celebrar los cuatro siglos de la aparición de la segunda parte del Quijote y
hartarnos de buenos pretextos para echarnos, próximamente, a la carretera,
recorrer sus campos, pueblos, ventas y lugares para, con el libro entre las
manos, embriagarnos de sereno gozo. No podrá ser, son los tiempos, pero ya nos
hubiera gustado para embelesarnos realizar la ruta en compañía de Don Quijote y
su inseparable y sagaz escudero Sancho, ducho en el arte de beber, para
comprobar y tratar de enmendarles la plana que los gigantes son gigantes y los
molinos, molinos. Nos acompañarán unos pocos vestidos, no serán necesarios
demasiados, aquí ya comienza a subir la temperatura; un sombrero de paja, por
aquello del sol manchego; unas buenas zapatillas de cáñamo, de las de toda la
vida y artesanadas por los alpargateros de Cervera del Río Alhama; dos cámaras
fotográficas una analógica, por aquello del disfrute antiguo, y otra digital
para acomodar todo lo que deseemos fotografiar a los nuevos tiempos
tecnológicos y, ya saben, también nos acompañará la última edición del Quijote.
Ésta sin comentar, los comentarios y ocurrencias las iremos agregando nosotros.
Al llegar a este punto y cuando
los viajeros se adentren en la profundidad de esta llanura grandiosa de La Mancha, Castilla
es ancha, pero sobre todo es honda, tratarán de improvisar la primera frase del
libro más grande que vieron los siglos: “En un lugar de la Mancha llamado...”.
E intuyendo que en los puntos suspensivos Cervantes pudo escribir Quero. O
Argamasilla de Alba. O Alcázar de San Juan. O Tomelloso. O Criptana. O El
Toboso. O Villanueva de los Infantes. O Mota del Cuervo. O Puerto Lápice. O
cualquiera de los pueblos que en este año del cuatricentenario se siguen
disputando el honor de ser “aquel lugar de la Mancha”. Esto, aunque en la
imaginación de los viajeros sea, no ocurrirá. Los viajeros no han llegado hasta
aquí a resolver enigmas ni a tratar de cambiar la magia de esas primeras
líneas. Aunque los viajeros saben que Quero, Argamasilla, Mota del Cuervo,
Villanueva de los Infantes y…están pugnando por ser aquel “lugar de la Mancha”.
¡Por favor, no contiendan, dejen sin desfacer el entuerto.
Centrados los lugares
geográficamente, comenzaremos la ruta, no por otra cosa, sino por la comparanza
entre molinos, desde el Molino de Quintín, aquí en la región de Murcia, a la
orilla del Mar Menor. Lo haremos después de habernos ilustrado y enterado hace
unas semanas que Cervantes, posiblemente, según José Mª Pozuelo Yvancos,
catedrático de teoría de la Literatura de la Universidad de Murcia, estuviese
tres veces en la Región de Murcia. “Sabemos que hasta Cartagena se acercó en
dos ocasiones, en 1568 y 1581, siendo seguro que también estuvo en Alguazas
teniendo que ver aquí con Preciosa, el personaje protagonista de su novela “La
Gitanilla”, y también con la Carducha, su contralugar, que era otra chica de
Alguazas y que en la obra sale peor parada”.
Aunque, según señala Pozuelo “el
lugar que más fuertemente vincula a Cervantes con Murcia es su morisco Ricote,
memorable personaje del “Quijote”. Al que dedica largas líneas en los capítulos
LIV, LXIII y LXV. Tanto es así que en el capítulo LIV se narra el emocionado
encuentro de Sancho con Ricote, el morisco tendero de su lugar, que vuelve a su
aldea de incógnito, disfrazado, por no poder hacerlo tras haber sido expulsado
y vivir un tiempo en Francia y finalmente en Alemania, donde había recalado. Es
de suponer que fue la expulsión de los moriscos del valle de Ricote la que
espoleó a Cervantes para traer un asunto de calado histórico a su obra”.
Desde aquí nos trasladaremos
directamente, y según la tradición viajera azoriniana, hasta Puerto Lápice y
sus ventas y después de haber descansado y gozado de su cocina de gachas, olla
podrida, -“…que mientras más podridas son, mejor huelen y en ellas puede embaular y encerrar todo lo que en el
quisiere, como sea de comer, que yo se lo agradeceré y se lo pagaré algún
día"-, duelos y quebrantos, salpicón y “algún palomino de añadidura los
domingos”, iniciar la ruta y seguir hasta Argamasilla de Alba, donde la
tradición sitúa el lugar donde Cervantes empezó su obra maestra. Todo muy
quijotesco que nos conducirá hasta la cueva de Medrano, prisión donde dicen que
Cervantes soñó el libro. Y de allí hasta La Mancha húmeda del Guadiana y sus
lagunas de Ruidera. Y adentrarnos en los rojizos llanos campos que, observando
sus tombos y majanos, nos llevarán, de nuevo la comparación, a recordar los
guardaviñas riojanos. Intentaremos llegar a Tomelloso, ciudad, nos dicen, que
sale a tinaja por habitante.
Y una vez restauradas las
heridas, si las hubiere, directos a El Toboso, Campo de Criptana, Alcázar de
San Juan para conocer esas maquinarias de la molienda, que ya no muelen nada. Y
es posible que, desde aquí, nos acerquemos hasta Villarrobledo para tomar nota
del lugar donde algún místico alfarero crea y todavía cuece esas gigantescas
tinajas de barro. Y si no hay desfallecimiento y nos aprieta el hambre
acercarnos a reponer fuerzas hasta la capital del ajo morado.
Y de aquí, cruzando ese mar de
cepas en tierras de secano, hasta la población más típicamente manchega: Campo
de Criptana. Y todo este recorrido lo
haremos, aunque llueva. Será bueno empaparnos, en medio de esos secarrales,
bajo esos cielos grisáceos que muy a menudo son azules y esos atardeceres de
incendio. Nos gustará, seguro que nos gustará y hasta es posible que nos
deleite el viaje esa canción, vieja canción con mensaje: “Es tiempo de vivir/ y
de soñar y de creer/ que tiene que llover/ tiene que llover/ tiene que llover…/a
cántaros”. Todo será bueno, seguro que será bueno, como sus molinos, quesos,
vinos y “aquel plato de perdices que están allí asadas y, a mi parecer, bien
sazonadas no me harán algún daño”, -(2-47)-. Contar y no parar. Vale.
Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©
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