Foto y tiempos de escuela
Foto y tiempos de escuela
“Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio”. (A. Machado)
Somos muchos los que hemos ido y nos hemos ilustrado a nuestra manera o a
la del buen entender y saber de aquellos maestros todoterreno que nos enseñaron
a leer y escribir el nombre de las nubes y el curso de las estaciones en esa
escuela de un pueblo, ¡qué más da el nombre, existiendo tantos!, con tenue y
decaída luz eléctrica filamentosa y sin agua corriente. Todos conocemos y
reconocemos ese tipo de escuela y la entendemos muy bien. ¡Cuánta decrepitud!
¡Cuánto sufrimiento callado! ¡Cuánta impotencia! Y ¡Cuánta resignación!
Ordeno fotografías y me fijo en una, la entresaco, la aparto y dejo fuera
para escanearla y quede así archivada para la eternidad de los tiempos que
vengan. Ésta que ustedes ya conocen, al ser lo primero en la que han fijado su
vista, es la que sirve a la Medusa para escribir lo de esta semana de diciembre
de 2014. La contemplo y me digo, sin que nadie me escuche, que es obvio que todos tuvimos una
infancia, aunque fuese en blanco y negro, con descoloridos y, a pesar de ello, fue
una infancia sin prejuicios o con ellos. ¿Quién lo sabe? La mía, también la de
algunos acompañantes de la foto, siento rubor al escribirlo, fue una infancia
espontánea, hasta con orden y con algunos ribetes estéticos.
En mi infancia sin colores, mejor que en blanco y negro, hubo un día, el de
la foto, en que mi madre !ay mi madre¡ nada más levantarnos y antes de salir
para la escuela nos peinó y hasta repeinó a mi hermano y a mí, supongo que las
otras madres harían lo mismo con sus hijos. Lo hizo, se ve en la foto,
cuidadosamente, y hasta nos colocó la única camisa blanca que teníamos y el
jersey de los domingos. Y así, todo lo feliz que éramos capaces de ser, nos largamos
a la escuela. Y allí en el patio, en una especie de porche, fuera del aula,
apareció un fotógrafo que nos fue colocando en las primeras filas a todos los
renacuajos de la clase, mientras a los mayores, los que estaban a punto de
salir de la escuela, en la parte de arriba, junto al maestro. Recuerdo que nos
colocó uno a uno sin barroquismos, con la sencillez del momento, sin la mesa
del profesor, sin ningún libro abierto, que cuando nos acompañaba para la foto
individual siempre era el Quijote, sin encerado, sin el mapa de España al fondo
y sin ninguna esfera de la Tierra de apagados colores y en la que era difícil
señalar los meridianos.
Pienso que vernos en esta querida, ya para todos, fotografía, aunque no
seamos conscientes de ello, es una renovación y hasta un halago. Y todo esto
gracias a los avances tecnológicos que han convertido la fotografía en un
procedimiento al alcance de cualquiera. Recuerdo que, con aquella edad, no
teníamos prejuicios y nadie de los que figuramos en ella tuvimos reparos en ser
fotografiados para que nos vieran en compañía de quien fuese aunque, como en
este caso, todos éramos conocidos.
Ahora que la Medusa navega por el Mar Menor, ordenando sus viejos recuerdos
escolares, piensa en ese Narciso enamorado de su imagen reflejada en la laguna,
entre otras cosas porque la laguna ahora ya resplandece con aguas cristalinas. Sé
que a partir de hoy los que vean esta foto se asomarán al recuerdo, como yo lo
he hecho, pero sin la inocencia que, casi todos teníamos ese día de aquel año
en el que nos retrataron en el patio de nuestra escuela, esa escuela unitaria
de un pueblo rural, con cultura rural, aunque hoy esté más muerta que viva.
Vale.
PD. Dedicado a todos los que estamos en la fotografía, aunque algunos,
tristemente, ya no estén entre nosotros.
Fotos y texto de La Medusa Paca. Copyright ©
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