Contrebia: Una doble ciudad blanca
Contrebia Leucade: “Una doble ciudad blanca”
“De aquella antigua e importante metrópoli, hoy solo quedan
piedras, viento y silencio. Un hermoso silencio, profundamente evocador”.
Eran los tiempos, año 77 antes de Cristo,
cuando el general romano Quinto Sertorio se tiró cuarenta y cuatro días
apostado con sus tropas frente a la ciudad celtíbera de Contrebia Leucade que
en plena guerra civil había decidido permanecer fiel a su rival Cneo Pompeyo
Magno. No se requiere mucha imaginación para revivir la tiritera que debió
sentir Sertorio cuando llegó a Contrebia. ¡¡¡Oigan, esto impone!!! basta con la
contemplación del foso, resquebrajura profunda, pasearse por él, echar la vista
arriba, sentir el cierzo en el cogote y contemplar cómo acechan los buitres de
las peñas vecinas.
Cuenta el historiador Tito Livio que el
general Quinto Sertorio ganó, pero las pasó canutas y perdió muchos hombres en
el asedio. De aquella antigua e importante metrópoli, hoy solo
quedan piedras, viento y silencio. Un hermoso silencio, profundamente evocador.
Hoy recuerdo que hace varios años que no la visito. Y
deseo hacerlo por tercera o cuarta vez. En ese tiempo, y después de visitar Tiermes (Soria), Contrebia Leucade (Dos ciudades blancas,
o Una doble ciudad blanca) me pareció ser el mayor y más espectacular
yacimiento celtibérico de España. Aquella visita fue en una mañana, como la de
hoy, de impropia y deliciosa primavera que ya lució en el mes de febrero y se
alargó hasta el mes de marzo de este año. En aquel tiempo, como ahora, con
menos caudal, el Alhama corría sereno y limpio en derredor del macizo
inexpugnable, y algunos paisanos acampaban para comer en el sotillo debajo de
rocoso cortado septentrional.
Sabemos de los celtíberos, en el territorio que hoy
llamamos La Rioja, desde la batalla perdida que los enfrentó a Roma en los años
188-187 a. C., cerca de Calahorra, seguida por el nuevo fracaso ante las
tropas de Fulvio Flaco, en las inmediaciones del Moncayo, seis años después.
Poco más tarde, los romanos fundaron la ciudad de Graccurris (Alfaro), junto a la
desembocadura del Alhama. Se cree que en ese año 181 fue conquistada Contrebia
Leucade por las armas romanas. Tras recobrar su independencia, fue
nuevamente ocupada en el 142 a. C. y, según el historiador Tito Livio, cayó en
manos de Sertorio el año 77, tras un asedio de 44 días. La ciudad se hallaba en
un punto estratégico del valle del Alhama, en una de las vías de comunicación
más directas entre el valle del Ebro y la Meseta.
Deseo volver a visitarla y estrenar esa puerta de
acero cortén situada en la parte baja de la vaguada e introducirme en esa
ciudad de época imperial y sortear ese nuevo sistema defensivo, que sustituyó
posiblemente a la muralla celtibérica, hundirme en ese foso profundo, cercano a
los 700 metros de longitud, con una anchura y altura entre los 7 y 9 metros. Y
acomodarme en esa muralla, entre 2´5 y 4 metros de ancha, algunos de cuyos
paños conservados alcanzan los 5. Y poder supervisar el vuelo de los buitres
desde sus torres cuadrangulares, refuerzos del sistema defensivo. Y comparar
esa antemuralla, propia de los romanos, como lienzo rectilíneo con sus
torreones semicirculares adosados y esa grandiosa puerta urbana de estilo
legionario.
Me encantaría volver a subir por el espacio urbano
interior, que se ajusta al relieve irregular y montañoso del lugar, siguiendo
las curvas de nivel. Pasearme por sus calles y adentrarme en sus casas,
talladas en la roca y perfectamente alineadas respecto a los viales y visitar
sus varias dependencias, generalmente con tres estancias: vestíbulo, habitación
principal y un almacén, con prolongaciones subterráneas. Pararme ante las
casas, viviendas más nobles, de varias plantas, y observar los ostentosos
mechinales, los pavimentos especiales de mosaicos, decorados con motivos
geométricos, animales y plantas y quedar sorprendido ante el color blanco,
blanquecino o blancuzco de la roca que me dará la explicación del apellido de
la ciudad. Y terminar el recorrido subiendo, subiendo, por el centro de la
ciudad, alrededor de esa su amplia hondonada lleca y cultivada en pequeños
lotes de cereal hasta hace unas décadas. Ver, allá abajo, como corre el Alhama
entre chopos y descender a través de la escalera de piedra al fondo del aljibe
que se abastecía de las aguas del río y adentrarme hasta a la llamada cueva de
“los lagos”.
Y luego sentarme en la plaza mayor del vecino Aguilar
del Río Alhama y seguir soñando con la historia, la muralla, la naturaleza
sacralizada, el tiempo, el vestíbulo, el hogar, el almacén, el guerrero y su
alma, el hogar de los niños, el laberinto de las sombras y esas vasijas,
anillos, molinos, terra sigilata, lucernarios, ornamentos, espadas, ungüenteros…
Una colosal obra de generaciones humanas que volveré a contemplar. Vale.
Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©
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