El sueño de un Potaje de Vigilia en el restaurante de un balneario, todavía, sin inaugurar
El sueño de un Potaje de Vigilia en el restaurante de un balneario, todavía,
sin inaugurar
Hoy, no va a ser, le hubiera
gustado a La Medusa acercarse hasta Grávalos para que le hubiesen podido servir
en el restaurante de su balneario, balneario todavía por inaugurar, ese potaje
que ella está acostumbrada a tomar el miércoles de ceniza y cada viernes hasta
que termina la Semana Santa. Me refiero a ese gran clásico de la cocina
gravaleña que no necesita ser reivindicado porque aquí todavía se sigue cocinando
y degustando. Me hubiera gustado tomarlo a mis anchas, sobre manteles de hilos
y en un apartado junto a los míos, mi mujer, mis hijos y mis nietos. Y poder
decirles que ese guiso placentero no ha variado con el tiempo, que sigue
cocinándose según la receta tradicional, como debe hacerse. Pero no va a ser.
Me hubiera gustado acercarme
y sentarme como si estuviese en una tasca. Más que un sacrificio hubiera sido
todo un placer. Me hubiera gustado soñar con la antiquísima mezcla de
garbanzos, bacalao y berza, sin olvidar el huevo duro picado con cariño por
encima. Me hubiera gustado soñar como si fuese fiesta de guardar con ese Potaje de Vigilia para que hiciese las delicias de mis acompañantes. Potajes hay
muchos y muy diversos, pero de vigilia sólo uno, al que, aunque humilde, se le
abren ahora todas las puertas para frecuentar elegantes salones y sencillas
tascas, y en todas partes es bienvenido.
Me hubiera gustado que la
varita mágica del cocinero de ese restaurante, ya inaugurado, nos lo hubiese presentado
en sopera para que los comensales hubiesen repetido cuanto el apetito les
solicitase, o en puchero para que los poco iniciados disfrutaran del guiso y que
pudiese decirles a todos ellos que un potaje bien merece una misa.
Me hubiera gustado que por
sus cocinas anduviesen las manos abriendo cajones en busca de esas viejas
recetas de cuaresma a poner en práctica, que ahora no me acuerdo si al potaje
se le echa orégano o comino, si los ajos se machacan crudos o se sofríen y
después se majan en el mortero con pimentón y pizca de aceite. Anda la memoria
queriendo recordar cómo era aquel secreto de mi madre cuando preparaba el
potaje de vigilia y tampoco puede ser.
Me hubiera gustado, después
de comer, salir a la calle y ver como el sol, desde el mirador de los almendros, rompía en sazón abriendo de un beso la flor de los allozos. Me
hubiera gustado sentir como el aire huele a Virgen Humillada y escuchar que todo
lo que por a la brisa acompaña es una música de vida que embebe, que enamora y
me hace volver al tiempo de todas las memorias. Pero en ese revuelo de restaurante
de balneario no abierto y en ese alboroto del aire cuajado de blancas y
olorosas mariposas posadas en las blancas y rosadas flores de la arzolla hay un
lamento sin voz sostenido por el cierzo más gravaleño.
Como no va a poder ser, el
viajero queda soñando y pensando que tampoco esta primavera será -no puede serlo-, ¿por qué? Si,
la primavera ya está aquí unida a toda esta explosión de luz, de color, de
olores, de sonidos, de sabores, de vida. No va a poder ser tomarme ese potaje
de vigilia y bien que lo siento.
Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©
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