¡Payaso!
¡Payaso!
Me hizo reír,
aun no siendo niño, nos hizo reír y soñar cuando nos sentábamos en torno al
televisor con los que entonces eran niños y esto no hace tanto tiempo como
parece. Bueno, sí que hace tiempo, fíjense si hace que era el tiempo de los canales
de televisión del blanco y negro, de las meriendas de Nocilla, los que podían y
para el resto de lo que hubiera. Eran tiempos en los que, desde mi ventana del
despacho de director, veía jugar a los bachilleres al fútbol formando equipos
con más de 20 jugadores por bando. Eran los tiempos en los que, en el patio del
recreo y durante los descansos la vida les daba tiempo a los estudiantes para
cambiar cromos, jugar o hablar sobre los payasos de la tele. Fueron los años
setenta, los de Los payasos de la tele, los de Fofó, los de Gaby y los de
Miliki. Fueron los tiempos en los que “mi barba tenía tres pelos”.
Fueron tiempos explosivos de canciones, de humor, de prodigios, a mí me
pillaron joven, barbilampiño ya casado, pero no tuve más remedio que aprenderme
aquello de Hola, don Pepito, hola don
José; Susanita tiene un ratón; Mi barba
tiene tres pelos; Los días de la semana;
El auto de papá, cantada fundamentalmente en cualquier viaje de familia viajera;
La gallina turuleca, siempre creí que era “Turuleta” y ese Feliz en tu día, contraofensiva
española al Cumpleaños feliz de cuando
nos Picaba la nariz. Y sobre todo, esa muletilla interrogativa saludable
para todos los tiempos y para todas las edades, convertida ya en todo un clásico de “¿Cómo están
ustedeeeeeeeeeeeeeeeessss?”.
La Medusa,
que también tiene sentimientos, hoy desea recordar al payaso más querido por los niños que crecieron cantando,
riendo y disfrutando con él: payaso que todo lo destrozaba destruyendo los
decorados con sus ayudantes mientras entonaba el “nanianananananiana” con el
que encubría sus fechorías.
Hoy,
recordando también a Fofó y Gaby, las generaciones ya están huérfanas de
sonrisas, o no, y la risa acaba de convertirse en mueca teñida de melancolía. Acaba
de cesar esa sonrisa como asidero para transitar por la vida con más presencia
de ánimo y más dignidad. Ya no habrá, o sí, un referente sentimental para toda una
generación que hoy coquetea ya con los cincuenta. Y… han dejado de sonar toda esa
retahíla de canciones infantiles que La Medusa tratará de recuperarlas de sus viejos casetes.
Para mí, para ti, para vosotros, Miliki fue mucho más que un payaso, así lo vimos junto a los niños de la época. Era como uno de nosotros: adoptó el papel de un adulto bastante infantil, de comportamiento algo alocado, que la mayoría de las veces no se enteraba ni por dónde le corría el aire y adicto a cometer todo tipo de travesuras que, invariablemente, siempre le conducían al desastre. Era un payaso singular, con una nariz postiza que no era roja y una indumentaria en la que sobresalía, y que muchos quisieron imitar, esa camiseta roja que llegaba casi hasta las pantorrillas Y, por supuesto, payaso siempre uncido a su acordeón acompañando a esas canciones de letras imposibles, surrealistas, como surrealista es la imaginación de un niño, y que hoy volverán a oírse –nunca dejaron de escucharse en realidad– y tararearse sin olvidarse ni de una estrofa. Son los niños de los 70 y de los abuelos que hoy nos hemos transformado en payasos chisposos, ingenuos y tiernos como el PAYASO Miliki, ese que ya no tendrá una vez, o sí.
Para mí, para ti, para vosotros, Miliki fue mucho más que un payaso, así lo vimos junto a los niños de la época. Era como uno de nosotros: adoptó el papel de un adulto bastante infantil, de comportamiento algo alocado, que la mayoría de las veces no se enteraba ni por dónde le corría el aire y adicto a cometer todo tipo de travesuras que, invariablemente, siempre le conducían al desastre. Era un payaso singular, con una nariz postiza que no era roja y una indumentaria en la que sobresalía, y que muchos quisieron imitar, esa camiseta roja que llegaba casi hasta las pantorrillas Y, por supuesto, payaso siempre uncido a su acordeón acompañando a esas canciones de letras imposibles, surrealistas, como surrealista es la imaginación de un niño, y que hoy volverán a oírse –nunca dejaron de escucharse en realidad– y tararearse sin olvidarse ni de una estrofa. Son los niños de los 70 y de los abuelos que hoy nos hemos transformado en payasos chisposos, ingenuos y tiernos como el PAYASO Miliki, ese que ya no tendrá una vez, o sí.
¿Cómo están
ustedeeeeeeeeeeeeeeeessss? Tristes, muy tristes porque El Circo de todos se
trasladó a un Nube.
Texto La Medusa Paca y fotografías del
diario El País. Copyright ©
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