Tiempo de Níscalos
Tiempo de Níscalos
No sé si llamarte: Níscalo, Rovellón, Rovellons,
Mízcalo o, ser pedante o culto, científico o latino y nombrarte simplemente Lactarius deliciosus
como lo hizo tu baptizador Carlos Linneo.
O trasladarme a la
costumbre de la cultura popular y agreste para nombrarte con las mil formas que
te nombran por esos campos españoles por los que floreces.
Si es así tendré que
trasladarme a: Navarra y
aclamarte como: Níscalo; hongo de pino; seta roya; hongo royo; robellón
y seta de cardenillo.
Aragón: Rebollón; rovellón; fongo royo y rebichuelo.
Vascuence: Esnegorri; onddo gorri; ziza gorri;
pinutela; pinetela o piñatelia.
En Castilla y por tierras de Burgos te llaman Mícula;
por Almazán, en tierras de Soria, Nícola;
por tierra de pinares sorianas anizcle, amizcle y añizcle; Níspola o Nícalo por
tierras vallisoletanas; seta de Nícalo por tierras burebanas; Rebollón en las
faldas del Moncayo; Níscalo por Salamanca y Ávila; Mizclo por terrenos
conquenses y Nizcalo por los caminos alcarreños de Camilo José Cela.
Andalucía: Guíscano y Pinetel.
En el Condado Catalán: Rovelló; pinetell;
esclatasang; vinader; estaper y sanguin.
Y en tierra de Meigas: Fungo de
muña; latouro y pingadouro.
Querida Medusa, los
menten como los menten ahí están: deliciosos, populares y comunes en todos los montes
hispanos. Ahí los tienes luciendo sombrero de ala ancha, primero convexo,
después extendido y finalmente deprimido. Ahí los tienes involutos, con lisa
cutícula, coloreados de naranja, asalmonados, con zonas rojizas y láminas
decurrentes tornando a verde cardenillo. Paticortos, cilíndricos, huecos y
preparados para ver la luz en esos terrenos sueltos, drenados y
arenosos,
hijos de la degradación de areniscas, granitos, cuarcitas,
pizarras y esquistos donde el monte los presenta iluminados
para lucirlos junto a caminos, claros y rasos.
Y cuando desean mostrarse en su esplendor compadrean
intentando formar cuadrilla para jugar al escondite acompañando a pinos
royos (Pinus
sylvestris), pinos laricios
(Pinus
nigra austriaca) y cuando les apetece o los ajuntan, rastrean
por los pinares de
pinos
carrascos (Pinus
halepensis).
Sea como
fuere y a pesar de las lluvias todavía es fácil llenar la cesta y presentarlos en
nuestras mesas y de modo abundante desde hace varias semanas para preparar unas
cremas en las que no pierdan nada de su delicioso aroma y sabor.
La Medusa
siempre utilizará para sus cremas principalmente los pies de estos lactarios, ha
comprobado son mucho menos aromáticos. Los aristocráticos sombreros -me
desmontero ante unos Níscalos bien salteados con entreverado jamón ibérico- pueden
disfrutarse en ensaladas y carpaccios. Y recuerdo haber tomado, en Medina de
Pomar por más señas, unos Mícula escabechados con alubias blancas, para
quitarse la boina.
Texto y fotografías de La Medusa
Paca. Copyright ©
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