Noviembre: mes de la grulla gruyendo, los patos parpando y las alambres sonando.
Noviembre: mes de la
grulla gruyendo, los patos parpando y las alambres sonando.
“Ven aquí, oh padre Leneo (aquí está todo
lleno de
tus
dones, en tu honor florece el huerto cargado
de
pámpanos otoñales, la vendimia espuma en cubas llenas),
ven
aquí, oh padre Leneo, y, quitándote los coturnos,
moja
conmigo tus desnudas piernas en el nuevo mosto” (Virgilio,
Geórgicas, Libro II; vv. 1-8).
Estamos en Noviembre y esta mañana, en mi habitual paseo,
mi agricultor ha tratado de impartirme una sencilla pero documentada lección
sobre los sonidos de la naturaleza y allí me he puesto a escucharla después de
oírle como recitaba a Virgilio en estos versos:
“Bien pudieras,
empero, descansar aquí conmigo esta noche en la verde enramada; tengo dulces
manzanas, castañas cocidas y queso abundante. Ya humean a lo lejos los más
altos tejados de las alquerías y van cayendo las sombras, cada vez mayores,
desde los altos montes. (Virgilio, Égloga I)
La Medusa Paca siempre entendió que la palabra alambre significó lo que
significa: “Hilo de cualquier metal, obtenido
por trefilado”. Este es el significado que el DRAE dice de tal vocablo. Pero
heme aquí, junto a mi agricultor, y éste va y me corrige ampliando la extensión
de tal significado a valores ancestrales, añorados y hasta desaparecidos.
Alambre, en lenguaje merinero, vino a decirme, es el conjunto de cencerros que
porta un rebaño, ¡y tiene razón! porque, académicamente, también es entendido
como. “Un conjunto de cencerros, campanillas, etc., de una recua o hato de
ganado”.
Aquí estamos, ya en noviembre,en ese noviembre trashumante: mes de la grulla gruyendo, los patos parpando y las alambres sonando con ese su sonido
roto, arrastrado, repetitivo y cascado de campana de hojalata que, desde
siempre, ha acompañado a los hatos de ovejas cuando transitaban por calles
y callejas en dirección a sus destinos por
trochas, cañadas y puertos extremos y que La Medusa Paca tantas veces escuchó.
Escuchando los sonidos del
alambre ha recordado el salir de las churras de sus atajadizos hacia los pastos
o su entrada en esa su casa de vecindad llamada corral. Ha sentido toda una orquesta
enclaustrada en esa serie de cencerros, diferentes en tamaño y tonalidad,
siendo portadores de la identidad de cada una de la clase social-animal del
rebaño.
La Medusa, siendo pequeña y
husmeando por las corralizas de la casa de sus abuelos-labriegos, conoció a una
persona y pastor bueno, llamado Jorge, hombre con profunda cultura de su oficio,
paciente, guarda, guía y apacentador de sus ovejas. Lo recuerdo tratando de inculcarme la manera de distinguir
hasta los once tipos diferentes de sonidos de alambre, afinados, también como
una orquesta, con notación musical, que dentro de su rebaño sonaban. No creo
que Jorge, el pastor, fuese especialmente melómano, pero era un placer verle en
su explicación al afinar los llamados zumbos de los carneros-guía, en esa
tonalidad de re sostenido y en otras tonalidades homónimas, esos cencerros
medianos y hasta con sonidos más agudos las campanillas y campanillas
cascabeleras de los corderos. Todo un alarde musical, toda una orquesta
perfectamente distribuida, todo un conjunto de sonidos redondos condujeron al pastor,
escuchando a su rebaño, a poseer motivo de orgullo. Está claro que esto era
cuando el alambre propio era un orgullo, fundamentalmente, en tiempos en que
por los pastos y las cañadas trashumaban gran número de rebaños.
Paca queda aquí, cuando noviembre es “de estío
puerta del frío”, recordando y recitando, entre dolor y canto, a Virgilio como
si fuese Aristeo, pastor de la Arcadia, hijo de Cirene y Apolo.
‘‘En aquel tiempo la
dulce Parténope me brindaba asilo, a mí,
Virgilio, mientras
dedicaba la flor de mi juventud a sombríos solaces;
A mí, que me entretuve
con poemas pastoriles y, con audacia juvenil,
Te canté, Títiro,
tendido a la sombra de una coposa haya. ’’
(Virgilio,
Geórgicas, últimos versos del libro IV)
Texto y Fotografías La Medusa Paca. Copyright ©
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