Carpe diem
No pretendas indagar (es sacrilegio), cuál final a ti y a mí, / nos dan los dioses, ni consultes los horóscopos de Babilonia. / ¡Mejor soporta cualquier porvenir! / Ya sea que Júpiter brinde muchos inviernos o éste sea el último, / que ahora desgasta los acantilados contra las olas del mar / Tirreno. Ten sabiduría, aligera el vino y al breve espacio / extiéndelo con una esperanza ajustada. / Mientras hablamos, habrá huido celoso / el tiempo: conquista el día, confía lo mínimo en el mañana. (Horacio)
Mañana del 1 de febrero, mil novecientos cuarenta y seis. Me contaron que el invierno avisaba con vientos fríos. Y, ya se sabe, cuando el invierno viene como es, lleva las manos llenas de cuchillos, de cristales rotos, de carámbanos como leznas, de esquinas que matan y de hombres que confunden, animan a la pendencia y no saben sino quebrar, desunir, desbaratar. Pero esto no sucedió en mí y en la iglesia de Grávalos –agua entonces en escasez- con agua me bautizaron sólo a tres días de nacer: ¡El limbo, por aquel tiempo, era mucho de temer! Presentes: mis padres, atentos e ilusionados, el párroco don Saturnino, algún padrino y tal vez dos monaguillos.
Todo me sobra.
Nada me falta.
Lo que he vivido
conmigo avanza.
Cumplo años,
muchos años,
en confinidad con Cartagena,
pero todo en Cartagena tiene tantos años,
que me siento
con juventud y más aliento.
Gracias, Señor,
por la gracia
del cumpleaños.
aquellos que me quedan
pongo en tus manos.
¡Qué mejor cosa
que mis años!
Es lo mejor que tengo,
lo único con mi mujer.
mis hijos, mis
nietos
y mis años.
Cumpleaños,
cumpleaños,
muchos años
que añadir
Y muchos más por
vivir.
Todo me sobra.
Nada me falta.
Lo que he vivido
conmigo avanza.
Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.