Esos veranos
Esos veranos
De aquellos días de vacaciones ,y
siendo un niño, siempre recordaré aquellos sucedidos: los polluelos de
cogujada, caídos o arrancados del nido, que quedaron allí inertes bajo el
ciruelo del huerto; los juegos con los amigos de la escuela y el sabor de aquellas
rebanadas de pan tostado con nata y azúcar que se asentaron para siempre en mi
paladar; estaban los juegos en el puerto, en la dula o por las eras con otros
niños, quizá unos años mayores que yo, que gritaban y nos perseguíamos como
vencejos; estaba el alegre volteo general de campanas tocando a misa o al
rosario y, también, a aquel incendio de algún desaprensivo desconocido que hizo
arder unos fascales de centeno con no sé qué objetivos. Estos divertimentos se
unían al hecho de estrenar zapatos, aprender a montar en bicicleta, leer tebeos
y coleccionar los cromos de futbolistas que aparecían en las tabletas de
chocolate “Orbea” o “Francés” y que me parecían más importantes que los
arcángeles.
Todo
lo daba todo por bueno con tal de pensar, aunque fuese poco. Fueron veranos gozados
como niños de pueblo en la calle y tumbados boca arriba a la sombra de unos
chopos y al frescor de las pozas a la orilla del barranco, mientas de lejos
llegaba la voz de una vocalista que cantaba en lo que siempre fue y será el
baile.
Esos veranos
¡Qué veranos!
Eran tiempos sin escuela,
de mis juegos en
pandilla:
de la comba, de la
piedra,
de coger ladrones
con sudor a
borbotones
como juegos de guerrilla
del hinque, del
gua
y la peonza.
¡Qué veranos!
Como un año al sol
entero,
con siestas hasta
en el suelo
con cansancio y
sobre manta
y temor a la
tormenta.
Era el tiempo de
la madre
y sus caricias,
de su voz dulce,
de sus ojos alegres,
de su tierna sonrisa
perfumando los
días
con hierbaluisa.
¡Qué veranos!
PRJP.
N.º 33. En verano de 2024 y en un atardecer de cualquier día.
Texto y fotografías La Medusa. Copyright ©.
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