Haikus de una primavera humedecida
Fue
un deseo, y así lo dejó escrito Miguel de Unamuno: “¡Ay, si los españoles
estuviéramos a la altura de nuestro paisaje!” Y pronto y bien mandado me puse a
contemplar los paisajes de mi España en mi último recorrido por tierras
riojanas, castellanomanchegas y andaluzas y vi que todo era un teñido de
colores primaverales, del azul violáceo de la lavanda al rojo de las amapolas y
al blanco del espino albar y de los jarales, pero sobre todo del amarillo en
toda su gama y reflejado en los resplandecientes campos de colza o de
margaritas al solar de las flores de la retama. Y ante toda esa obra artística
soñé que nadie, absolutamente nadie, podría interrumpir el color y el deseo de
escribir estos haikus de una primavera humedecida. Vale.
Haikus de una primavera humedecida
Encinar verde
en campos solitarios
de frías lunas.
Hoy la maleza
son flores de ciruelo.
Tarde en el huerto.
Viento del alba.
Se ensortija el agua
junto a la sal.
Bajo
bóveda
dormita
la nobleza:
sol
y jazmines.
Sombras
boscosas
seducen
lagartijas
coqueteando.
Tierras
mojadas
por
lluvias frescas
primaverales.
Buenas
nuevas,
malas
noticias,
los
pétalos descienden.
Fragantemente
se
adhiere al naranjo
la
flor de azahar.
En
las orillas
se
oye apilar la sal,
lluvia
en la noche.
Se
asomó a la mar
y
el ventarrón no tuvo
donde
mudarse.
El vaho del río
empaña las ventanas:
el sol tirita.
¡Cuánto sudor
en tierra abandonada!
¡Cuánto dolor
en tierra ensangrentada!
¡Oh cuánto amor
en mesetaria estepa
y cuánto abandono evolucionado
de ortigas lleno
de amarillos ornados
y labriegos cansados!
Texto
y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©
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