¡Oh, dulce Virgen de Mayo, gloriosa santa María!
Anoche soñé que volvía a ese patio de
abrasivas tierras que, al caerme, destrozaba mis rodillas y hoy se me presenta,
aun no estando físicamente presente, como un punto de inflexión en el que todo
se rompe y la normalidad más absoluta con el suelo firme bajo los pies se
transforma sin transición en el abismo conduciéndome a hablar de la edad y del
tiempo, de las pérdidas y de las nostalgias. Pero para defender que la
intensidad de vivir es la que me salva de cualquier declive y del frío y la
lluvia de los años hoy me inclino a dar las gracias a aquellos que condujeron
mis primeros pasos hacia la Libertad: a NUESTRA SEÑORA, a Miguel Meler Muntané,
Antonio Merenciano Moreno, Evencio García Rodríguez y Benito De Paso Ruiz.
Vale.
¡Oh, dulce Virgen de Mayo,
gloriosa santa María,
mi Virgen Blanca enhiesta,
mi Virgen-Madre amable
y Domus de mi Sapientia!
Nido de vivos recuerdos,
oratorio de mil flores,
vuelvo a tu tierno regazo,
bajo el azahar oloroso
por el naranjo acosado
esclavo de ti ¡Señora!
por los finales de mayo.
El huerto lleva tu nombre
y su rumor nos refrenda
la herencia como Operaria,
hecha historia, hecha leyenda,
hecha plegaria constante,
hecha años y hecha piedra.
Todo en tu derredor renace,
despunta la primavera:
los naranjos huelen a ámbar,
y los pinos verdeguean.
Todos mis viejos recuerdos,
viéndote, primaverean,
y a tu conjuro crecieron,
se depuran y renuevan.
Madre de Dios, madre nuestra,
fiel protectora y maestra.
Madre de abierta sonrisa:
paz y aliento, calma y brisa.
Virgen graciosa y graciada,
en cuerpo y alma entregada.
A tu oratorio llegamos
y como madre te hablamos.
Con tus ojos amorosos
nos miras menesterosos.
Eres, santa criatura,
nuestra esperanza y dulzura.
Contigo haremos la vía,
gloriosa Santa María.
PRJP. N.º 16. 31 de mayo de 2018, recordando a la avecilla que
me cantaba el albor.
Texto
y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©
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