sábado, 1 de junio de 2013 in

Junio es la rana común croando y el grillo estridulando



Junio es la rana común croando y el grillo estridulando


  
“¿Único pájaro? ¿Vibra ya el alba hacia un nido?
Sobre un exánime resto de noche y zozobra
tiende a un preludio de coro imposible un silbido.
Atención, escuchad, el alba es una obra”.
(Jorge Guillén)



Escribo a la hora previa al amanecer, todavía en la oscuridad, las aves se entregan a un ritual, protocolo sonoro que repiten cada mañana de final de primavera. Una a una, de manera pausada, las diferentes especies del entorno de mi jardín lanzan las primeras estrofas del día, en un orden que parece preestablecido. Sus cantos, brillantes y limpios, destacan sobre la silenciosa y fría atmósfera del principio mañanero. Son el coro del alba. 

En este amanecer de junio en las faldas de Monte Laturce el primero en romper el silencio es un chochín, pájaro de poco gramaje al que le sobra potencia para lanzar una canción acelerada y vibrante, audible a cientos de metros de distancia. Después, el siguiente solista es el petirrojo. Empieza con esos chirridos característicos, los señuelos, que dan paso al canto, mucho más elaborado, pero emitido con una voz que parece triste y lastimera. 

Un mirlo negro con pico amarillo vuela y se recorta contra un cielo que ya empieza a clarear, cantando, sea en el tono que sea sin cesar mientras se posa en la rama tierna del peral. A un poco más de distancia, entre las espesas marañas de viñedos que envuelven La Unión de los Tres Ejercitos, un ruiseñor sigue con sus trinos. En realidad no ha parado de cantar en toda la noche, ni lo hará en todas las horas del día. 

Despunta el día por donde solía y en la atmósfera de mi jardín, recién aseado, se extienden las notas potentes y aterciopeladas de una cardelina, con intervalos precisos y afinación armónica. Musicalmente hablando, la voz de la carduelis carduelis es la que más se parece a la de los cantantes humanos. A las escalas del fringílido le siguen las notas claras y vibrantes de ese zorzal común posado sobre la parra.

Hechas todas las presentaciones, amaneció al fin el día, y los rayos inclinados del sol penetran bajo el enramado del peral al que abraza la escalinata de la casa. Todas las aves, los pajaritos de mis nietos, a los que el yayo trata de distraer contándoles que son ellos los que le cuentan sus buenas y malas cosas, cantan a la vez. Ahora sí, a coro. Y…





No deja de llover y mucha gente ya empieza a cansarse. Pero, a pesar de todo, ¡gran noticia el hartazgo de agua en un país sediento! La medusa no se cansa de ver y oír llover y siente la necesidad, ante tanta lluvia, de recordar en palabras todo lo que ha podido significar tanta lluvia, tanta agua, tanto chipichipi que hemos aguantado como auténtico calabobos y para ello, lo siento no siendo original, me he traslado a mi biblioteca ya ordenada, he tomado entre mis manos a María Moliner, bueno a su  Diccionario de uso del español, lo he abierto por la palabra “llover” y me he encontrado con que hay muchas palabras para llamar a las cosas importantes. Cincuenta, exactamente, en el caso de la lluvia
 


Llover (del lat. vulg. "plovere") 1 intr. Caer agua de las nubes.

Aguacero, aguanieve, aguarrada, aguas, andalocio, andalogio, argavieso, calabobos, cellisca, cernidillo, chaparrada, chaparrón, chapetón, chirapa, chipichipi, chispa, chubasco, cilampa, cortina de agua, diluvio, garúa, gota fría, llovizna, lluvia meona, lluvia, marea, matapolvo, mollina, mollizna, nubada, nubarrada, nube, oraje, orvallo, racha, ráfaga, remolino, rocío, rugiada, sirimiri, tempestad, temporal, tormenta, torva, tromba, turbión, turbonada, cuatrogotas, manga de agua, sábana de agua.


Y…con tanta lluvia me he dado cuenta que, a unos días de comenzar el verano, ha vuelto a llover. A llover sobre mojado. A la hora de terminar es la medianoche del viernes al sábado y llueve intensamente al otro lado del cristal. En los últimos días no ha parado de llover, a cántaros. Ha llovido sobre el agua, justo a tiempo para refrescar la llegada del verano y para que las ranas no dejen de croar. Ha llovido sobre los charcos  encharcados. 

Ha llovido como dicen que lo hacía antes y el agua ha vuelto hacer manar las fuentes. Llueve sobre las praderas, las acequias, los arroyos y los ríos. Es tanta la lluvia que el agua engorda y se despeña ladera abajo por cascadas y colas de caballo. El agua se filtra por la roca y llueve incluso bajo tierra, dentro de las cuevas. Llueve bajo las copas de los árboles. Es casi un milagro. A la primavera apenas le quedan unos días, el verano ya está ahí, y los zorzales todavía se recrean cantando bajo la lluvia. A ratos se abren claros entre las nubes: el arco iris no suena, lo hace por él el campo. 

Y, al acostarme, a estas alturas de la madrugada de primero de junio sueño en el ayer, cuando dicen que llovía en tromba, en recuas de caballerías andando por el camino de las huertas de “Fonsorda” y “Fonpodrida” cargadas de serones de ciemo. Es la hora de los hortelanos. Baja crecido y cantarín el barranco por “el tapiado” entre los chopos y las mimbreras. Cantan las torcaces en celo. Y las huertas ya están plantadas de coles, tomateras, pimientas, lechugino y cebollino. Son los preámbulos amables de la cosecha y para que la rana común siga croando. 




Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

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