martes, 6 de junio de 2023

Al sol

 




Al sol

Fatigas de intemperie,

calor para rabiar

y frío de tiritar.

Chaparrones que les cogían sin defensa

y heladas y solanos que les machacaron…

 

¡Qué pena de medida,

no era canto a la vida,

sí misterio de amor

que seducía,

embriagaba

y hasta enardecía!

 

Debiera haber llegado

en la niñez cuando,

casi descalzo,

el sol de gracia

con su ser sustentaba…(PRJP)

 

 

Mientras esta mañana seis de junio amanece sobre el mar, ese querido Mar Menor, mi pensamiento vuela hacia las tierras que me vieron nacer, donde pronto estarán en plena siega. En los próximos calores pronto comenzará a chascar la mies.

Vuelvo a aquellos veranos azules de la infancia y de la juventud cuando aún no habían llegado las máquinas y los segadores salían, al amanecer, con las hoces a la espalda o metidas en el serón de la caballería. Me veo en lo alto del orillo con un sombrero de paja, confiando en que en un hoyo del suelo recién segado aparezca, en cualquier momento, un nido de codorniz con seis o siete huevos.

 Recuerdo y contemplo a los segadores, con la zoqueta en la mano izquierda y la hoz en la derecha segar a tajo parejo. Nadie de la cuadrilla se retrasaba. Segaban encorvados, cubiertos con la boina, sombrero o pañuelo blanco de cuatro nudos y el sudor bañando su tostado y ennegrecido rostro. Dejaban las manadas en el rastrojo. Algunos segaban cantando. Les seguía el atador, que armaba con ellas los fajos, ceñidos con vencejos humedecidos y formados con bálago de centeno, bien apretados con el garrotillo. Después los fajos los amontonaban en fascales y a la sombra de un fascal, si es que no había un carrasco o un espino a mano en el ribazo, reposaban la bota, la boteja y el botijo. Si la peonada era grande, el botijo y la bota eran sustituidos por el cántaro de agua y el garrafón de vino junto a las alforjas con la fiambrera. Echaban el día en la pieza. De sol a sol.  

 Recuerdo que en la siega y más tarde en la era se consumían gran parte de las reservas de la despensa, dispuestas para todo el año. En la recogida de la cosecha colaboraba toda la familia, hombres y mujeres, niños y ancianos, cada uno en el papel que le correspondía, según el orden establecido durante generaciones.

 Desde que llegaron las máquinas y fueron vaciándose los pueblos, el rito de la cosecha ha desaparecido. De aquello sólo me queda dentro aquel monótono chirrido de las chicharras acompañando la vuelta a casa, que se mezclará esta noche con el rumor del mar. Vale.

 

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.

 

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