Entre diciembre y enero
Entre diciembre y enero
Como le dijeron a Orfeo: “ni
una mirada atrás hasta no haber salido.”
Todos los años terminan, éste también, a los pocos
días del inicio de cada invierno porque da vueltas en medio de lo oscuro.
Habrá, de nuevo, estaciones: primavera, verano, otoño, ahora. Las cosas tienen un alma para cada una.
Lloverá, hará frío y nevará, o no.
Y no todo se repetirá.
Yo escojo estos días para pensar que el mundo se acaba y empieza.
Entonces me suelo poner alegre y triste.
Al caer la tarde, desde la ventana de mi cuartito veo un árbol de oro desvestido con los atavíos por el suelo. Es mi peral.
Este es el mundo que nos ha tocado vivir.
¡Celébrenlo, aunque la niebla no les deje contemplar el futuro!
Acabo de volver de pasear y ya es de noche, como
durante todo el invierno. Este año no he sentido el frío brillante de
alguna Navidad; es solo la última tarde del resto del invierno, oscuro y seco. Dentro de
poco, un día saldré a pasear y quedará un rastro de azul transparente en el borde
del cielo, y muy pronto, al levantarme, una mañana no encenderé la luz para
hacerme el café. Y dejaré de ponerme mi abrigo, tomaré mi diario clarete
al sol a mediodía, llamará alguien que hace tiempo no llamaba, pasaré por el
estanco a comprar el ABC, me detendré a mirar la salida del sol a través las
rejas del balneario. Veré un anuncio de playas remotas y barcos y alguien
pasará subido a su bicicleta cantando, e incluso molestando.
Y ahora, sentado en mi terraza, es como si estuviera
al pie de una cuesta mirando hacia el camino que se abre por delante. A poca
distancia sólo veo oscuro, aunque me esfuerzo. Mi razón se empeña también en
escudriñar hacia allá, pero nada. No se ve nada.
No me importa decir que tengo miedo y esperanza.
Entonces me agacho supersticiosamente, y pongo delante de mí un pájaro naranja
con las patas de alambre, un poco de agua salada de color verdegrís, una
pestaña, una hoja de abedul del otoño pasado, pongo unos versos que estoy por
acabar. Estas son las almas modestas de mis cosas, son mis pequeños genios
tutelares, posados sobre el camino para que me propicien ese vasto espacio
entre el gran desconocido y este lugar donde mis pies tocan el suelo. Ojalá que
el año que se alarga a partir de aquí sea bello y bueno, digo. Por favor.
No sé si se me oye. En todo caso, ahora es mi camino:
el pájaro, el mar, los ojos, el árbol. Mi Mar Menor. Vale.
Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright
©
Si no existiera la "Medusa Paca"... habría que crearla...Dónde si no podría uno retomar con y gozar de esos versos esculpidas a golpe de sentimientos, que fluyen a borbotones como el vino por el lugar ente gritos de júbilo y de alegria, sentimientos azorinianos entrevetados y abigarrados de versos dignos del creador de "Tierras de Castilla"...Con su lectura,mi espiritu, imbuido de esos aires navideños yque a cierta edad,se tornan agridulces,se ha ido espontáneamente relajando, al ritmo de esos versos desordenamente ordenados,a fuerza de ir sintiendolos rebotar en mi cerebro u en mi corazón.
ResponderEliminarNo dejes de escribir,amigo Pedro Robero,sino dónde acudiria mi alma a desplazarse...? Un fuerte abrazo!!
Gracias amigo, seguiremos manteniendo los escritos para que vuestra sensibilidad de mantenga o aumente. Eres demasiado generoso.
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